
CARLOS RAIMUNDI
DIPUTADO NACIONAL ARI
Introducción a la Administración Pública de la Provincia de Buenos Aires», dictada en el marco de la Escuela de Gobierno y el ARI Provincia de Buenos Aires, en la ciudad de Mar del Plata el 8 de julio de 2006.
Presentación a cargo de Carlos Herrera:
En este segundo capítulo de la Escuela de Gobierno que inauguró la Dra. Carrió, hoy nos visita el Dr. Carlos Raimundi, abogado y diputado nacional.
La Escuela de Gobierno del ARI de la Pcia. de Buenos Aires tiene por objetivo la capacitación de nuevos dirigentes a fin de contar con personas formadas intelectualmente y con la idoneidad moral necesaria para superar las falencias de nuestros actuales funcionarios y honrar los cargos que eventualmente desempeñen.
Sin más, darles la bienvenida y quedar a vuestra disposición, además de atender las inquietudes que surjan una vez finalizada la disertación.
Exposición de Carlos Raimundi
Muchas gracias a Uds. por venir y a las personas encargadas de organizar esta Escuela de Gobierno en la Quinta Sección Electoral.
Una aclaración previa: se puede ejercer la política como una actividad noble. En otras instancias partidarias en que me ha tocado actuar, se disfrazaba a las Fundaciones como instrumentos de formación, aunque en verdad se trataba de personas jurídicas autorizadas para blanquear fondos de campaña para los dirigentes que las presidían. Entre otras razones, por eso me fui de esos espacios.
Esto responde a una matriz de funcionamiento tradicional de la política que es utilizarla como negocio personal, como fuente de financiamiento. Uds. me dirán: ¿qué tiene que ver esto con el tema de hoy: “Estructura administrativa de la Provincia de Buenos Aires”? Está estrechamente ligado. Porque detrás de una ley de financiamiento que otorga algo más que un peso por voto a cada partido político como todo financiamiento, el dineral que los partidos gastan se succiona de este tipo de fuentes espurias, ya sea partidarias como gubernamentales. Y en todo caso somos los ciudadanos comunes los que solventamos, con nuestros impuestos, estos medios no trasparentes de sostenimiento de los partidos tradicionales. Y esto resiente cualquier estructura administrativa.
Nosotros, en cambio, destinamos estos espacios para la formación, y no para cualquier formación sino para el gobierno. El ARI, contrariamente a lo que se pueda comentar por ahí, tiene mucha vocación de gobierno. Una realidad adversa se transforma desde actitudes cotidianas, personales, desde esa “batalla que debemos dar al interior de nosotros mismos”. Pero también es muy importante que las buenas conductas sean estimuladas desde el liderazgo ético, desde la función docente de la política y el gobierno.
Uno de nuestros principales problemas es no haber podido estructurar desde la política un espacio de intersección entre la ética y la eficiencia. Están quienes en nombre de la eficiencia pierden todo escrúpulo, y en el otro extremo aquellos que en nombre de una ética puramente formal reniegan de la eficacia de gestión. A mi entender, la Argentina necesita hacer, hacer bien, hacer desde valores y principios. En esto se resume la condición de idoneidad exigida por nuestra Constitución Nacional en su art. 16. No sólo tiene que ver con la probidad desde el punto de vista de la honorabilidad económica, sino con cumplir las responsabilidades de gobierno correctamente, eficazmente, con resultados palpables para los ciudadanos. Para eso estamos trabajando pese a nuestras limitaciones. En este preciso instante la Dra. Carrió está inaugurando la Escuela de Gobierno en la ciudad de Junín, así como lo hiciera dos semanas atrás aquí en Mar del Plata.
En esta charla debo referirme a la estructura administrativa de nuestra provincia, pero la misma se reduce a un mero armazón sin contenido, en tanto no responda a objetivos superiores que le den sentido, los propósitos que se persiguen y la calidad de los programas que se instrumenten desde una gestión de gobierno.
Muy pocos lugares en el mundo se puedan comparar con la riqueza potencial que tiene la Provincia de Buenos Aires, se me ocurre California como ejemplo. El Estado de California equivale a la quinta economía del mundo, es decir, económicamente, es más que todos los demás países del mundo, salvo los cuatro primeros. Sólo tiene hidrocarburos, como ventaja sobre la Provincia de Buenos Aires, y esto tal vez se revierta en caso de verificarse las presunciones sobre las reservas existentes en el subsuelo y plataforma marítima lindera a la costa bonaerense. Buenos Aires posee riqueza agropecuaria, riqueza ictícola, riqueza tecnológica, potencial industrial, etc.
Analicemos qué es la Provincia de Buenos Aires: es el corazón de la pampa húmeda con una fertilidad irrepetible para la agricultura y el ganado. Juntamente con el sur de Córdoba, Santa Fe y La Pampa, la calidad de nuestra producción agropecuaria es incomparable, inclusive respecto de otros países muy fuertes en la materia.
La Provincia de Buenos Aires ostenta numerosos polos industriales como los de Bahía Blanca, Mar del Plata, Olavaria, Pergamino, San Nicolás, el conurbano.
Nuestra Provincia tenía hace un par de años (tendría que actualizar este dato) catorce Universidades Nacionales, algunas de ellas surgidas no de una correcta planificación sino para el manejo político de los intendentes, pero que van encontrando su rumbo, su nicho investigativo, su perfil de especialización académica. Además, cuenta con numerosos centros tecnológicos del INTI e INTA desplegados a lo ancho y a lo largo de su territorio. Mencionemos nuestro potencial ictícola, no se los voy a explicar justamente a Uds., los marplatenses. Al igual que nuestro enorme potencial turístico, en términos de desarrollo industrial, no de una circunstancial “buena temporada”. Y finalmente, los conglomerados urbanos principalmente administrativos y comerciales. En fin, nuestra Provincia cuenta con todo lo que hay que contar como para ser una verdadera potencia.
Entonces, si nos preguntamos cuál es la razón por la que a partir de tal riqueza potencial, los indicadores sociales arrojan resultados de tan tremenda pobreza, la respuesta es la mala, pésima administración política.
Tal vez hoy estemos un poquito mejor, pero hasta hace un par de años, el 55% de los jóvenes de entre 14 y 25 años del conurbano no estudiaba ni trabajaba; y esta tragedia podría trasladarse a la periferia de Mar del Plata. Cuatrocientos mil jóvenes del conurbano están, de una u otra manera, en contacto con la droga. En suma, ¿qué sucedió entre aquella riqueza potencial y esta realidad social? Una cosa central: mal gobierno. Esa brecha equivale al enriquecimiento ilícito de los dirigentes políticos, y los dirigentes económicos que transaron con la política para que ambos se enriquecieran personalmente. El esquema es simple: consolidar la pobreza estructural con dos objetivos convergentes: hacer negocio merced a ella y perpetuarse en los cargos.
Una pregunta frecuente que deriva de esto es: ¿qué pasa con la oposición que pese a una realidad tan evidente, no ha logrado calar entre estos sectores sociales tan castigados como para generar una alternativa política y modificarla? Yo doy fe que cambiar esta realidad es realmente muy difícil; se hace muy difícil tornarse competitivos. Cuando en 1983 se reinicia el proceso de gobiernos elegidos por el voto, la pobreza en nuestra provincia orillaba las doscientas o doscientas cincuenta mil personas. Y si bien un solo niño pobre es una tragedia en sí mismo, aquella cifra no definía —como sí lo hace ahora— un nuevo perfil sociocultural, nuevos hábitos de vida y por consiguiente nuevos comportamientos electorales signados por el clientelismo como matriz de conducta. Hoy contamos con casi nueve millones de pobres, y esa es la clave de la continuidad —aunque parezca paradojal— de la actual dirigencia política en el gobierno de la provincia y de la Nación.
Cambia la manera de recepcionar el mensaje político, el mensaje educativo, cualquier tipo de mensaje. La persistencia del mencionado declive social arroja como resultado la multiplicación de niños que no registran en su universo simbólico la idea, la noción del trabajo. No se trata de que no tienen trabajo, sino que no tienen capacidad de pensar en el trabajo porque nacieron en familias donde el trabajo nunca existió a lo largo de sus vidas. La memoria del trabajo persiste en sus padres (aunque Uds. me podrán decir que algunos de ellos prefieren vivir de un plan de ayuda), pero la idea del trabajo la tienen, en cambio en sus hijos esa idea ya no existe.
Esto cambia dramáticamente el alcance simbólico para la recepción de un mensaje político. Imagínenme Uds. dando este mensaje en el conurbano, y que detrás de mí llegue un puntero del PJ con el par de zapatillas que esos chicos necesitan. Esto no es hablar peyorativamente de ellos, ni resignarse, ni eludir la parte de responsabilidad que pueda correspondernos, pero penetrar allí con una alternativa política no es tan sencillo, ni se resuelve con una política de alianzas, mucho menos con un acuerdo por cargos.
A esto hay que agregar la competencia desleal y desigual en cuanto al volumen de dinero que maneja la política tradicional. En mayor o menor medida, los dos partidos tradicionales, o en su momento inclusive el Frepaso. A Uds. les habrá pasado que les dicen, o Uds. mismos piensan: “fulano es un buen dirigente pero es poco conocido”. ¿Cómo hacer para hacernos conocer masivamente? No existe otro modo que a través de los grandes medios de comunicación, especialmente TV, fotos en los diarios que permitan reproducir nuestro mensaje a fin de que podamos comenzar a “jugar en primera”. Lo cual, con las categorías con que hoy se mueve la relación entre política y medios es sinónimo de millones y millones de pesos que no sólo no tenemos, sino que no aspiramos a tener. Aquellos programas que se presentan a la sociedad como de debate político son básicamente exposición de clientes, un debate circunscripto únicamente a aquellos que contribuyen con dinero para la publicidad.
Cuando en 2003 me tocó competir por la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, me di cuenta de que había programas políticos en los que, desde el momento en que estaba la pauta publicitaria del grupo Bapro, o de la Lotería de la Provincia, yo no iba a ser jamás invitado.
Después de esta breve digresión, volvamos a la estructura administrativa de la Provincia.
En primer lugar, la Provincia de Buenos Aires es la más extensa y poblada de la Argentina. En este sentido, sus casi quince millones de habitantes —dos tercios de ellos en la pequeña superficie de 3.000 km2 del conurbano— expresan el tremendo desequilibrio demográfico de nuestro país. Cuenta, además con el mayor PBI, aproximándose al 40 % del total nacional. No me refiero a PBI per cápita, ya que en eso le llevan mucha ventaja la ciudad de Buenos Aires y las provincias patagónicas a raíz de la pobreza concentrada en diferentes conglomerados urbanos de nuestra provincia.
Como Uds. saben, la Argentina es un Estado federal. El art. 1ro. de nuestra Constitución Nacional señala que “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal, según lo establece la presente Constitución”.
Esto significa que “el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes” (sistema representativo, art. 22 CN).
La forma republicana se define básicamente por la división de poderes (Segunda Parte de la CN: “Autoridades de la Nación”).
El sistema federal (arts. 5to, 6to. y concordantes de la CN) implica la presencia del gobierno central, que tiene independencia respecto de otros Estados y soberanía interna. El mismo cohabita con otros veinticuatro gobiernos —veintitrés provincias y la ciudad autónoma de Buenos Aires— que están un escalón por debajo en términos de independencia. Es decir, tienen la facultad de dictar sus propias constituciones y elegir sus autoridades (autonomía garantizada por el art. 5to. CN, condicionada a que aseguren la administración de justicia, el régimen municipal y la educación primaria). No cuentan con soberanía respecto de terceros Estados, y el gobierno federal mantiene la capacidad de intervenir las provincias que no garanticen su propio sistema republicano. Si bien son anteriores a la Nación, nuestras provincias han delegado en el gobierno central determinadas facultades y competencias, y su organización interna debe remitirse en todos los casos a los principios básicos establecidos por la Constitución Nacional. Una provincia puede, como de hecho sucede hoy en más de la mitad de las mismas, tener un sistema legislativo unicameral en lugar de bicameral, pero lo que no puede hacer es no tener un poder legislativo provincial, porque ello significaría abdicar del principio republicano de la división de los poderes.
Todo esto está dicho, desde luego, en un marco teórico, porque en la práctica uno se pregunta: ¿tiene la Argentina un sistema efectivamente representativo? ¿es la Argentina republicana? ¿vivimos en un país federal? Nuestro país no es representativo, republicano ni federal. En nuestro país, en definitiva, no se viola una norma determinada, sino los propios pactos fundadores de nuestra nacionalidad, comenzando por el Preámbulo de la Constitución Nacional.
El Preámbulo es parte integrante de nuestra Constitución, y expresa la legitimidad de los representantes que la sancionaron, con la finalidad de “constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Sin embargo, lo primero que un argentino se pregunta es ¿qué pasó con cada uno de estos valores fundantes de nuestra nacionalidad? ¿con la unión nacional, con la justicia, con la paz interior, con la defensa común, con nuestro bienestar, con nuestra libertad?
Además de estos postulados fundamentales de nuestra Constitución Nacional, en nuestro país se han violado otros tres pactos fundacionales para toda organización comunitaria. Me refiero a los pactos tributario, previsional y financiero. Según el primero de ellos, la sociedad se obliga a pagar impuestos y las autoridades los devuelven en forma de servicios estatales básicos como la salud pública, la educación, la justicia, la seguridad y la defensa. El segundo de ellos dice: “con el aporte de una parte de su salario se alimentará un sistema por el cual su padre puede vivir una madurez digna y a su vez Ud. tendrá dignidad en su madurez”. El tercero de los pactos señala: “el dinero que Ud. deposite en un banco seguirá siendo, de todos modos, suyo”. Piensen Uds. si se cumplen efectivamente estos pactos fundacionales.
Pues bien, desde estas violaciones básicas al incumplimiento de otras normas elementales como podrían ser las normas de tránsito, hay sólo un paso, pero ambos extremos indican, coherentemente entre sí, el borde de nuestra disolución moral como sociedad. Es decir, para volver al tema, todo comentario sobre nuestra estructura administrativa no puede sustraerse de este marco conceptual de la violación sistemática de contratos sociales y morales. En consecuencia, lo central es recuperar la noción de que vuelve a tener sentido cumplir la ley.
Según la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, el Estado provincial est{a formado por los tres poderes básicos. El Poder Ejecutivo dispone de un Jefe de Gabinete y distintos ministerios. En el material que les entrego Uds. se van a encontrar con la división de la Provincia en regiones de la Dirección Provincial de Vialidad, departamentos judiciales, departamentos de Policía, departamentos de IOMA (la Obra Social del personal del Sector Público de la Provincia), regiones sanitarias, veintiséis (si no recuerdo mal) regiones educativas, además de las ocho secciones electorales.
La tecnología no me ha permitido hacer coincidir los tamaños de todos los mapas en sendas filminas, de modo de poder superponerlas. Pero si Uds. imaginan esa situación, detectarán el concepto que deseo trasmitirles: ninguna de esas divisiones, que en principio deberían responder a criterios de simplificación de la estructura administrativa provincial, coinciden entre sí. Y esto tiene nombre y apellido: ineficiencia absoluta.
El sentido común indica que una reforma profunda de esa estructura administrativa debe comenzar por la equiparación de cada una de las regiones, de modo de facilitar, abreviar y racionalizar su relación con los ciudadanos. Y no se hace por cuanto afecta los intereses de quienes viven de la conservación del status quo: “así estoy bien, no me cambien la vida”. Es decir, poner la organización provincial al servicio de los funcionarios, en lugar de ponerla al servicio de los ciudadanos. Invertir esa lógica debe constituir el principal cambio e mentalidad, en cuanto al principio rector de la organización provical.
Fíjense, además, que lo que no está regionalizado es a producción, siendo que el productivo debe ser el criterio base de las restantes divisiones regionales. Corredores productivos, regiones productivas u otros conceptos más modernos que Uds. prefieran, pero hacer centro en lo productivo es el otro gran eje. Es, en definitiva, el único camino capaz de transformar esta pobreza en aquella potencial riqueza de que hablamos al principio. Si la organización de nuestra Provincia no está basada en la producción, es que el concepto productivo es marginal en lo simbólico de sus funcionarios. Esto en el mejor de los casos, por no decir que está ausente, y que la directriz de sus conductas es su supervivencia política y económica, montados en la pobreza estructural que ellos mismos generaron. Y este criterio vale, si bien en distinto grado, tanto para el oficialismo como para la oposición ejercida en base a los valores de la política tradicional.
El cambio de signo político devendrá de un profundo cambio cultural.
El desbalance poblacional que se presenta en el conurbano bonaerense es resultado de un proceso migratorio que se lleva a cabo en dos etapas. La primera, la migración interna acaecida desde finales de los años 30 hasta bien entrados los años 40, cuando, a raíz del proceso de industrialización por sustitución de importaciones que se consolida durante el primer peronismo, desde el interior llegan grandes corrientes incentivadas por la instalación de industrias en los alrededores de Capital Federal, lo que luego será el Gran Buenos Aires. La segunda, las corrientes de inmigrantes de los países limítrofes a partir del empobrecimiento progresivo de la región.
Este desequilibrio dio lugar, en los noventa, a una nueva irracionalidad: la sustitución de la coparticipación que le correspondió históricamente a la Provincia, por lo que se llamó el Fondo de Reparación Histórica del Conurbano, conformado por el diez por ciento de la recaudación total del impuesto a las ganancias, distribuido sin control alguno por el ex gobernador Duhalde. La friolera de U$S 5.500 millones, acumulados durante los ocho años de su gestión, hubieran resultado suficientes para posibilitar reformas estructurales en las áreas de salud, educación, seguridad y justicia. Por el contrario, lo único que se convirtió en estructural fue la pobreza y el clientelismo que se deriva de ella como modalidad de acumulación política.
Analicemos qué lugar ocupó la Provincia de Buenos Aires desde el origen mismo de la nacionalidad argentina. Recién en la segunda mitad del siglo XIX nuestro país tuvo una Constitución Nacional, la de 1853, inspirada en las “Bases y puntos de partida “ de Juan Bautista Alberdi y en la Constitución de los EE.UU. Dos décadas más tarde, Sarmiento, otro gran pensador de la Argentina dseña el sistema educativo nacional. Posteriormente Mitre y el Gral. Roca en su tramo final, terminan de delinear esta fase de la Argentina con el confinamiento de aborígenes y gauchos. Así las cosas, la Argentina era un bastísimo territorio sin población. Son las corrientes inmigratorias que, al desamparo de su Europa natal, arriban al país entre 1860 y 1930 y terminan de conformar el armazón del país. Pero la identidad de esta incipiente formación social y política, su perfil identitario, su masa crítica como sustento de lo que luego será la importante “clase media” argentina, lo da la Educación Pública estructurada por Sarmiento.
La alianza entre las clases más pudientes y el ejército, entre quienes se reparten las grandes extensiones de tierra usurpadas al indio, conforman la oligarquía terrateniente de cultura rentística. Esto es, cultivar una porción mínima de sus campos, administrar esa renta en Buenos Aires, en pleno esplendor del período agroexportador, y disfrutarla tirando manteca al techo bajo las luces de París. El ejército argentino no forjó su alianza con la burguesía productiva, como sí lo hizo el de los EE.UU. o en Chile, sino que se formó como un ejército oligárquico. El apellido de los miembros de la jerarquía militar con que se bautizó a la inmensa mayoría de los distritos o partidos del interior de la Provincia de Buenos Aires, es demostrativo del poder militar en la distribución de las tierras de nuestra pampa húmeda. Seiscientas familias con esta “prosapia”, se repartían doce millones de hectáreas de uno de los suelos más ricos del mundo. Abraham Lincoln, en cambio, dictaba en 1865 el “Homestead act”, por el cual se concedía la posesión precaria de la tierra, hasta un máximo de 16 acres a aquellas familias productoras que se comprometían a trabajarlas. Si al cabo de cuatro años, con uno de gracia, estos tenedores alcanzaban el nivel requerido de producción, se hacían acreedores a la propiedad definitiva. Así, la riqueza agropecuaria se identificó con la cultura productiva y no con la cultura rentística de nuestra oligarquía.
El otro factor de modernización que surge en esta etapa es el ferrocarril. Y aquí se presenta otra diferencia crucial: el tendido de las vías ferroviarias en los EE.UU. adquiere la forma de red o telaraña, extendiéndose equilibradamente por toda la superficie del país y vinculando ambas costas oceánicas. En la Argentina, por el contrario, adquieren la forma de embudo que converge y se concentra en el puerto de Buenos Aires, induciendo al desarrollo desigual, el aislamiento del interior y la incomunicación de las capitales de provincia entre sí. Al concepto, ya vertido, de oligarquía terrateniente, se añade la estimulación de una “clase privilegiada” que se benefició con el manejo de las operaciones, tanto legales como ilegales, realizadas en el puerto de Buenos Aires. La capital política coincidió con una metrópolis excluyente en términos de concentración económica, lo que con el tiempo estimuló la mimetización entre intereses políticos y económico-financieros, a lo que la nuestra provincia, de la cual Buenos Aires fue capital hasta 1880, no es ajena, y que favoreció, además, la crisis de legitimidad social de la política.
La Provincia de Buenos Aires es la resultante de todo este proceso, forjado, especialmente en las últimas décadas, en nombre de los partidos populares. En lugar de plantarse para cambiar las claves del sistema, lo que estos partidos vienen haciendo es, precisamente, profundizarlas.
Desde luego que esta estructura terrateniente fue cambiando con el tiempo; hoy no sería justo identificar a productores agropecuarios de unos cientos de hectáreas sembradas o unos cientos de cabezas de ganado, con la oligarquía históricamente golpista y antipopular. Estamos en presencia de un proceso evolutivo que hizo del/a productor/a rural de nuestros días, una persona con una ubicación diferente en la escala social, que en la mayoría de los casos ya no es aquel terrateniente que gastaba el dinero en el exterior, sino que trata de vivir lo mejor posible pero reinvierte su ganancia en el país y ata su destino al destino del país.
Sigamos con la estructura administrativa de la Provincia de Buenos Aires, pero les ruego entiendan que algunas disgresiones son útiles para comprender un proceso histórico y político muy amplio y muy extendido del cual deriva, precisamente, esta estructura administrativa a la cual nos estamos refiriendo.
La Provincia está dividida en 134 municipios. ¿Creen Uds. realmente que tener, por ejemplo, 134 secretarías municipales de medioambiente, o 134 secretarías de turismo, o 134 departamentos de vialidad, o 134 secretarías de producción, persigue algún objetivo de eficiencia administrativa? Al contrario, es algo así como un recipiente lleno de agujeros, al que cuanto más líquido se vierta, más se va a desperdiciar.
Amoldar la estructura administrativa de la Provincia de Buenos Aires a una lógica de corredores productivos implicará un primer paso fundamental hacia la optimización de su eficiencia. En una zona como la de Colón, Rojas, Pergamino, que lindan con la ruta 8 que conecta corredores lecheros, madereros, agroindustriales o textiles de Córdoba y Santa Fe y se dirige al MERCOSUR, requerirá estimular la instalación de polos industriales complementarios con esa actividad productiva y comercial. Y así sucesivamente. Eso determinará, además, las pautas del sistema y el cronograma tributario a aplicar de manera diferencial, de acuerdo con las condiciones estacionales, por ejemplo. Es mucho más factible que la estrategia sea estimular la formación de ciudadanos bilingües en una región turística que en el interior rural profundo de la Provincia, sólo para poner un ejemplo.
Esto de ninguna manera significa inducir a una estructura feudal, es decir, una sumatoria de sectores aislados que carezcan de la noción de comunidad provincial. Por el contrario, un perfil de estas características, adecuadamente ensamblado desde la perspectiva del planeamiento estratégico, potenciará el desarrollo de una región productiva en la medida que la torne interdependiente con los restantes eslabones de esa cadena de valor.
Yo podría dar muchos más datos, pero esos datos están escritos en la carpeta a repartir y obran en Internet al alcance de todos ustedes. Podría recitar las Constituciones nacional y provincial, pero también están escritas. Insisto, pues, en la conveniencia de interpretar dicho material y dichos textos constitucionales desde una mirada más integradora en el plano conceptual.
Sé que estamos distantes del conurbano, pero al hablar de la Provincia de Buenos Aires no podemos dejar de referirnos al conurbano. Así como dije más temprano que California, sin ser un país, es la quinta economía del mundo, así La Matanza, sin ser una provincia, es la quinta provincia argentina. Vive en ella casi un millón y medio de personas, muchas de ellas sin censar, muchas de ellas sin dientes, muchas de ellas alcoholizadas o drogadas. Miles de adolescentes con cuatro o más hijos –muchas veces no deseados- que nacen progresivamente con mayores problemas de nutrición y demandan una infraestructura en neonatología costosísima para los ciudadanos de la Provincia, pero extremadamente beneficiosa para los negocios de las elites políticas y económicas. Todo esto en detrimento de la educación, la alimentación, la prevención, la atención primaria de la salud, la información sexual y las políticas de salud reproductiva.
Algo similar podría decirse de una insuficiente infraestructura vial, carente de planificación, que en contacto con el aumento del parque automotor por la erradicación del ferrocarril, y ante la ausencia de la educación apropiada, maximiza las condiciones de accidentalidad. La Provincia no cuenta con datos estadísticos suficientemente actualizados para evaluar los costos de tal accidentalidad, en términos de vidas perdidas o diezmadas, recursos humanos productivos que se desvían hacia la sobredemanda de aparato médico, policial y judicial.
En el mismo sentido, la Provincia ahorraría ingentes sumas de dinero si tomara la decisión política de poner en marcha la producción estatal centralizada de medicamentos básicos. ¿Por qué no se concreta? Es muy sencillo: porque se prefiere mantener los grandes negociados con los laboratorios que proveen medicamentos al Plan Remediar.
Todo esto representa mucho dinero espurio para la política. Las irracionales concesiones de juego o las comisiones por la adjudicación de obras públicas van en el mismo sentido.
Los sistemas de control que establece la Constitución provincial no funcionan, o están cooptados.
Lo que sigue, por momentos dudo decirlo, debido a que suele causar perplejidad, pero desgraciadamente, debido a la cobardía de los involucrados, no puedo probarlo jurídicamente. Y alguien puede preguntarse: ¿me estará diciendo la verdad? Pero por mi honor digo que me lo ha confesado el presidente de una cámara regional de la construcción de esta Provincia. Y en otro caso, en ejercicio de mi profesión durante los años que no tuve mandato público, acudió a mi estudio un par de empresario,s a quienes se había adjudicado la construcción de 240 viviendas en el conurbano, para lo cual debían entregar al funcionario de turno $ 2.000.- por cada vivienda adjudicada. Más de una vez les imploré que me acompañaran a la Justicia o que hicieran la denuncia anónima, invariablemente recibí como respuesta: “si hacemos eso no trabajamos más” y “además tenemos miedo”.
Esto equivale a la posibilidad de generar noticias pagas, fotos en los diarios, gigantografías, miles de afiches, pautas institucionales de publicidad en televisión. Asimismo, dinero para distribuir ayuda social, sostener un sistema de punteros, etc. Al cabo de este proceso, ¿qué dice el grueso de la gente? “Uds. son muy buenos, pero qué poco conocidos que son”.
Cuando escucho a la mayoría de los dirigentes del oficialismo hablar de educación no les creo. Porque en la medida en que tengamos mejor educación ellos automáticamente dejarían de ser dirigentes. Lo son, y siguen utilizando a la pobreza, y lo que es peor, a los pobres, porque gracias a ese fenómeno ellos pueden ser dirigentes. Esta es la matriz feudal con que se ha administrado la Provincia de Buenos Aires desde hace dos décadas: crear pobreza y analfabetismo estructurales para perpetuar una elite de dirigentes políticos y económicos.
El último eslabón de esta cadena es el miedo. Le quitan el derecho a millones de personas a educarse, a tener un hospital digno, a tener trabajo, a tener ilusión, y lo único que le dejan es la posibilidad de figurar en un listado para que se les otorguen planes de asistencia. Ante esa desesperación, llega alguien que dice ser un encuestador para preguntarles “¿a quién van a votar?” ¿Qué les parece que va a contestar una persona en esas condiciones? Al oficialismo, lo que termina por “cerrar” el sistema convirtiéndolo en una profecía autocumplida: los demás no somos conocidos, no aportamos soluciones concretas, nadie más que “ellos” puede gobernar.
Competir en este contexto es una epopeya, porque dentro de estos parámetros no hay modo de ser “competitivos”. Ni nos interesa serlo. Preferimos dar una batalla ética y cultural que demande el tiempo que deba durar, pero que nos aproxime a nuevos parámetros de legitimación política.
Uds., que son marplatenses, tal vez recuerden mejor que yo palabras de Elisa Carrió en la Mansión de Victoria Ocampo: “la responsabilidad es de nuestra generación”. La nuestra, la de quienes pudimos comer, nos pudimos educar, tuvimos trabajo. La defección de muchos otros tal vez no sea porque transan, sino porque no tienen alternativa.
De lo que se trata es de tener mucha formación, mucha convicción, mucho coraje y mucha persistencia. Es una opción de vida. Y tenemos que abordarla desde el plano filosófico, de lo contrario terminaríamos despellejándonos por una concejalía.
Por eso voy a terminar con lo mismo que empecé: honrar la militancia política como un instrumento de creación del sujeto democrático, en lugar de prostituirla como hasta hora se ha hecho.
Muchas gracias, y quedo a disposición de Uds.
Pregunta: ¿Qué reflexiones le merece el debate por la nueva Ley de Educación?
Respuesta: Nuestro partido hizo tres presentaciones. Un proyecto de ley, un análisis comparativo entre ese proyecto y el mensaje oficial, y un documento de Elisa Carrió titulado “La Educación como política central del porvenir”, que a mi juicio trasciende el propósito de fundar un nuevo modelo de educación, sino que constituye todo una matriz de pensamiento, una nueva mirada del mundo y de nuestro país.
Sobre el tema en particular, un par de reflexiones. Con algunos enunciados del documento oficial estoy de acuerdo: recuperar la estructura de primaria y secundaria, reconstruir un sistema nacional desarticulado desde la gestión de Martínez de Hoz en adelante, por ejemplo. Contiene, además, menciones muy tibias sobre contenidos y formación docente. Y no presenta alternativas reales de financiamiento. La propaganda oficial habla de llegar en el año 2010 al 6 % del PBI que exige la ley de1995, al pecio de una gran contención del resto del gasto social para las provincias. En síntesis, plantea cumplir dentro de cuatro años lo que el Estado estaba obligado a hacer hace diez, pero incluye en ese 6 % del PBI el presupuesto de ciencia y tecnología, que a nuestro juicio debe estar fuera del presupuesto de la educación general.
Otra diferencia importante es que nuestro proyecto propone la obligatoriedad de la enseñanza inicial desde los tres años, habida cuenta de las marcadas diferencias comprobadas a favor de los niños que acceden a esos primeros años del nivel inicial, en comparación con quienes no tienen esa posibilidad.
Pero el problema más profundo sigue sendo el contexto social. Por más que los enunciados digan que los niños tienen que estar en la escuela, y de hecho tal vez estén en la escuela, eso no garantiza por sí solo el derecho a aprender. Para que un niño pueda aprender debe no sólo concurrir físicamente a la escuela, sino hacerlo munido de proteínas, no tener frío, tener una familia. En la medida que un umbral alto de ciudadanía social no preceda la política educativa, todo enunciado resultará insuficiente.
Pregunta (en verdad es una reflexión): En base lo que he leído, encuentro un bache en los temas de formación docente y de los mecanismos para llegar a ocupar cargos docentes. Entre otros problemas la no articulación entre Institutos de formación docentes y Universidad, los costos de la capacitación, que no están al alcance de todos; lo reducido de la capacitación brindada por el Estado. ¿Cómo hacer, por ejemplo, si un curso de formación cuesta $ 200.- y eso está muy cerca de lo que el docente gana de sueldo? En suma, para que el “qué” no termine en una mera expresión de deseos, hay que buscar el “cómo”. Finalmente, una mención a la corrupción política en no pocos consejos escolares.
Respuesta: sólo me queda coincidir en todo.
Pregunta (reflexión): Habría que hacer hincapié en cómo se consiguen esas horas, si es por asamblea, o por puntaje, y el puntaje se consigue, aparte de la antigüedad, por los cursos realizados. Si fuera por concursos trasparentes, sería otra la educación que recibirían nuestros hijos. Eso sólo quería agregar.
Pregunta: Soy de Villa Gesell y mi pregunta se refiere a cómo penetrar con un análisis tan profundo en la gente común.
Respuesta: La política tiene distintos planos de análisis y distintos planos de acción. Lo que pretendí explicar es que se sobrellevan mejor los escollos que se encuentran en medio de la política como acción, cuando se está convencido de algo filosóficamente. No quise circunscribir la política a la filosofía. Si alguien lo entendió así, pido disculpas y lo aclaro.
La acción política exige que nos encontremos todos los días con sujetos de carne y hueso que tienen necesidades absolutamente concretas. Cuando me dicen: “la noción de contrato moral es muy abstracta”, mi respuesta es “dónde falta comida, el contrato moral es comida; donde falta vivienda digna, donde hay violencia doméstica, el contrato moral es un sistema que penalice, que garantice y que prevenga las condiciones de la violencia doméstica”. La política es acción, es construcción de consenso, es formación de sujetos democráticos, y eso es acción. Esa misma preocupación sobre Villa Gesell vale, se imaginan, para La Cava o San Francisco Solano en el Gran Buenos Aires.
Un plano crucial de la acción política es la capacidad de amoldar la complejidad del mensaje a las condiciones imperantes en el receptor, todo ello sin perder un ápice de su contenido. Gran parte de la formación política tiene que ver con la capacidad de traducir el mensaje. Llevarlo del plano de la convicción filosófica al de la praxis cotidiana. Eso es parte de la formación política.
Ahora bien, esto no tiene una respuesta general y universal. Todos los días estamos frente a un hecho nuevo, a un sujeto distinto que tiene una necesidad particular. Y para poder responder en esos planos de la política hay que estar muy convencidos en el otro nivel, el más profundo. Muy convencidos y muy formados. Y saber que muy posiblemente los sectores sociales a los que por nuestra sensibilidad más quisiéramos representar, sean posiblemente aquellos a los que no lleguemos al principio sino al final de nuestra conducción política. No se entienda que digo que no debemos trabajar con ellos, sino que sepamos que ese trabajo nos demandará un enorme esfuerzo, tal vez menos resultado por cada unidad de esfuerzo. Esto no es ideológico sino práctico, aunque lamentable. En esto también se mide nuestra convicción y nuestra perseverancia.
Otro problema se nos presenta en aquellos casos en que los hábitos creados por la pobreza estructural se han naturalizado. Es decir, con aquellas personas a las que ya les parece natural que el hospital público desatienda, por ejemplo. Se pierde ciudadanía no sólo por las carencias materiales, sino por los hábitos y la “cultura” de la pobreza.
Pregunta (reflexión): Lo que Ud. dice sobre los hábitos de la pobreza me parece terrible, pero mucho más lo es que no seamos más en charlas como ésta. Los hábitos de conformismo de la clase media me parecen más peligrosos.
Pregunta: Me da la impresión de que el ARI se encuentra más cómodo en tareas legislativas que en la gestión.
Respuesta: El ARI cuenta con dos intendentes que administran muy eficientemente y cada vez que hubo elecciones para cargos ejecutivos nos postulamos. Carrió se postuló para ser Presidenta, tuvimos candidatos a Intendente, yo fui candidato a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Y te juro por mis hijos que yo quería ganar. Deseaba ganar y gobernar. Aunque tuve pocas oportunidades de ejercerla, tengo muchísima vocación ejecutiva. Es más, el espacio donde estamos ahora no se llama “Escuela de Legisladores”, sino “Escuela de Gobierno”. El desafío es llegar con otras reglas, para hacer otras cosas. Si para llegar debemos resignar nuestros valores y nuestra identidad, a la hora de gestionar estaríamos condenados a hacer lo mismo que la política tradicional, que fue quien construyó esas reglas, para perpetuar un determinado sistema, que ya hemos descrito a lo largo de la charla de esta tarde.
Si no hay más para agregar, sólo me queda agradecerles a todos e invitarlos a la próxima jornada.///