
La condición femenina y la memoria sobre papel en técnica mixta
Matilde Marín, Juego de manos, serie de 1999
Hubo un tiempo no lejano en que las mujeres artistas se contaban con los dedos de la mano; eran militantes de una disciplina que «profesionalmente» era cosa de hombres. Pienso en Camile Claudel, en Lola Mora y, más cerca, en Raquel Forner, Alicia Penalba o Juana Heras Velasco, forjadoras todas ellas de una obra universal. Personalidades definidas por la independencia de criterio, por la libertad. No se trata de reivindicar un arte de género, rótulo tan demodé como la obsesión finisecular por expulsar la belleza del parnaso de las artes visuales, pero las mujeres artistas están en su hora
.
Como Zulema Mazza. Recuperar la belleza es un alivio; un permiso para el disfrute sin intermediarios ni decodificadores, esa situación de sorpresa se apodera del espectador cuando cruza el umbral de la Fundación Mundo Nuevo y descubre sus últimos trabajos.
Grabadora de probados méritos, se inició en los 80 con el Grupo 6 , integrado por Olga Billoir, Alicia Díaz Rinaldi, Mabel Eli, Matilde Marín y Graciela Zar. Al incorporar la fotografía y las herramientas digitales, Zulema encontró el camino para dar forma a sus ensoñaciones; manipular las imágenes y usar el mouse como un pincel. Con sus modelos intervenidas explora el universo femenino, corta, quita y pone con la destreza de un cirujano plástico.
La imagen final queda suspendida en un limbo inquietante. ¿Es la calma ominosa que precede a la tormenta? Algo de esta tragedia premonitoria se percibe en los invernaderos enlutados, en los vestidos ornamentales escritos en el cuerpo. La naturaleza es femenina y el invernadero es el lugar del cultivo intensivo antes de ser trasplantado. En Luces y Sombras, título de la muestra, la ausencia de color potencia la intensidad de la reflexión y esquiva el riesgo de la banalidad fashion.
la condición femenina y la memoria sobre papel en técnica mixta
La condición femenina y la belleza atraviesan la obra de Cindy Sherman, Vanessa Beecroft, Orlane, Jane Saville, Nicola Costantino, Mónica van Asperen, Silvia Rivas, Ana Gallardo y, en la cuerda política, colectivos como las Guerrilla Girls, seleccionadas un año atrás para la Bienal de Venecia por la curadora Rosa Martínez.
Desde el atalaya femenino, otro recorrido emprende Matilde Marín en «Desplazamientos», una retrospectiva formato música de cámara que se exhibe en la Fundación Alon.
El crítico Jorge López Anaya considera a Marín «la creadora argentina más destacada en el arte ligado a la edición». En efecto, sus recursos, soportes y habilidades se multiplican con la velocidad del Juego de manos , una obra suya que ya tiene categoría icónica. El itinerario artístico de M.M. es singular: cursó escultura en la Escuela de Bellas Artes y terminó aproximándose al grabado «por su permisividad en el sentido de la experimentación». Pero, sin duda, lo que más atrapa de la relación de Matilde con los materiales es la manera como una y otra vez vulnera las fronteras de sus posibilidades para probar que «el grabado, más que una técnica, es un pensamiento». Comparte con Zulema Mazza, colegas desde hace tantos años, la capacidad de asumir como propias las nuevas tecnologías, para descubrir que la palabra clave del arte contemporáneo es «técnica mixta», expresión cercana al vale todo. En el prólogo del buen catálogo editado para Desplazamientos, la crítica Victoria Verlichak define la muestra como «una travesía, un viaje alrededor del papel que es soporte de la memoria». Ella es la «arqueóloga que trabaja con las huellas de siglo».
(Fundación Mundo Nuevo, Callao 1870. Fundación Alon, Viamonte 1465) © LA NACION