ARI LEOANRDO GORBACZ DIPUTADO NACIONAL
Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en agosto 15, 2006
Nota de Opinión (Por Leonardo Gorbacz*)
La criminalización de los jóvenes
El maltrato a adolescentes en nuestra Provincia, que ha recrudecido en los últimos días en Río Grande generando una interesante movilización de las propias víctimas, no es algo nuevo ni tampoco ajeno a un proceso de desestructuración social cuyo último eslabón lo constituye, precisamente, el control por la fuerza de los jóvenes.
No es difícil comprender que toda una generación criada en un contexto de desestructuración del lazo social y de pérdida de valores, como el trabajo, el esfuerzo y la solidaridad, y carente de perspectivas ciertas a futuro, intente formas alternativas de socialización entre pares y sea rebelde a acatar un sistema dominante de dudosa legitimidad. ¿A cambio de qué?. Siempre la juventud puso la cuota de rebeldía que toda sociedad necesita para producir cambios, aunque ciertamente es necesario hacer algún lugar a esa interpelación que llega desde las nuevas generaciones para que produzca ese efecto dinámico positivo, porque cuando un sistema, social o individual, no permite cambios, cualquier interpelación es leída como peligro y tratada como tal.
Por su parte los funcionarios se siguen ocupando de un corto plazo que sólo sirve al mantenimiento del statu quo y a sus propios intereses de eternización, y en esa ausencia de una mirada a largo plazo se genera sin duda alguna el vacío en que los jóvenes habrán de caer.
Todas y cada una de las manifestaciones que los niños y adolescentes van generando y que dan cuenta de ese sin sentido a que han sido sometidos, son alarmas que suenan para advertir que algo anda mal. Están los que sólo reflejan esa angustia y están los que, en sus síntomas, intentan fallidamente darle algún sentido, alguna dirección y algún contenido a sus vidas. El embarazo adolescente, las drogas, el alcohol, la violencia, la abulia, entre otras.
Existe una doble victimización: los jóvenes primero son abandonados por un Estado que sólo existe como medio de subsistencia de sus funcionarios, y luego son maltratados por ese mismo Estado a través de lo que se supone debieran ser organismos de protección de los ciudadanos: policía, minoridad y familia, asistencia de las adicciones.
La pelota sigue pasando del Ejecutivo al Judicial, pero sin duda alguna que el destierro de jóvenes, bajo la forma de derivación a centros de mayor complejidad en asistencia de adicciones, sigue al tope del ranking de los castigos más crueles y más cínicos que el Estado haya inventado.
La carátula de “joven en riesgo” o “familia en riesgo” también precede en general a un proceso de tortura sistemática y sutil llevado a cabo por instituciones que transforman a los sujetos en “casos” (¿o cosas?) y siempre fracasan (¿fracasan?) en su declamado intento de contención de las familias, terminando en formas cada vez más duras de control hasta llegar casi siempre en algún momento a la privación de la libertad hecha y derecha.
De manera menos sutil el Estado policial, parece, se dedica a perseguir y golpear a las víctimas del sistema mientras los victimarios gozan de la impunidad o la excarcelación que les permite un sistema legal que castiga al que reacciona y nunca al que acciona.
Muy difícil será pedirles a los jóvenes que asuman sus responsabilidades y cumplan con sus obligaciones si primero les son negados en forma absoluta sus derechos, es decir, las obligaciones de la sociedad hacia ellos. Derechos y obligaciones van de la mano, pero sin duda que en la constitución subjetiva es necesario primero ser respetado en sus propios derechos para luego sí poder asumir sus obligaciones. Y a propósito de las obligaciones hacia los jóvenes, si el Gobierno no sabe que hacer con ellos, no estaría mal empezar por arreglarles las Escuelas donde se supone deberíamos formarlos, para que puedan tener un poco de clases. ¿No es una buena idea?
Por lo pronto, la participación y movilización de los adolescentes en tanto recuperación de un espacio y una voz propias pueden ser un punto de ruptura de un círculo vicioso. Es que algunos no saben si fue primero la violencia del Estado o la violencia de los jóvenes. Yo no tengo dudas: primero está la violencia de un Estado que desestructura la matriz social de los jóvenes, y luego puede venir la violencia como respuesta, porque a veces ni siquiera es eso sino tan sólo el estado de sospecha que cae sobre aquellos que, sabemos, tendrían razones de más para acecharnos.
*El autor es psicólogo y actualmente diputado de la nación por Tierra del Fuego.
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