Si la Alianza estatizó el rock al consolidarlo como opción cultural (impuestos que vuelven en conciertos gratuitos), el gobierno de Néstor Kirchner intenta ahora convertirlo en dinámica pieza de museo. Así, la Secretaría de Cultura de la Nación le encargó al músico Lito Vitale la producción de un disco de clásicos de nuestro rock, versionados por un variopinto elenco de artistas |
El disparador de esa obra es una efeméride: los 40 años del rock argentino. Pero hay varios orígenes en esa Biblia que hoy, con el rock convertido en negocio, todo el mundo lee. El primero es Sandro emulando a Elvis junto a Los de Fuego, a comienzos de los ‘60. Luego, Litto Nebbia y Los Gatos Salvajes adaptando a nuestro idioma la superficialidad lírica del beat, en 1965.
Y el tercero es el que estimuló toda la movida de Cultura de la Nación. Al menos, conceptualmente. Se trata de la edición del simple Rebelde / No finjas más, en junio de 1966, por Los Beatniks de Moris, Pajarito Zaguri y Javier Martínez. El Estado no sólo legitima al doble 6 como el año en que comenzó todo, sino que se valió de otra canción de Moris para el título: Escúchame entre el ruido.
“Al simple lo hicimos durante el gobierno militar de Onganía. En ese momento era bastante audaz ponerse a hablar contra la guerra y a favor de la paz y el amor libre”, dice Moris del otro lado de la línea y con la voz grave y firme de siempre. Y puntualiza que con Los Beatniks empezó el rock con actitud y con mensaje. ¿Actitud? Y sí, para promocionar el lanzamiento llamaron a la revista sensacionalista Así para que los retrataran tocando semidesnudos en una fuente. El chiste les costó tres días presos. ¿Mensaje? Y bueno, una rápida revisión de la letra confirma eso de que, desde Los Beatniks, el rock empieza a actuar por oposición a algo que lo incomoda. “Rebelde es mi corazón / soy libre y quieren hacerme esclavo de una tradición. / Todo se hace por interés / porque este mundo es al revés / si todo esto hay que cambiar / siendo rebelde se puede empezar. / ¿Por qué el hombre quiere luchar, aproximando la guerra nuclear? / ¡Cambien las armas por el amor y haremos un mundo mejor!”
Moris sigue en la línea: “Recuerdo que nos contrató John Lear, el presidente de la CBS Columbia. Empresa que hoy es Sony – BMG y dueña del fonograma. Lo ha editado en un compilado y ahora que viene otro revisionismo lo va a volver a sacar, seguro”.
–¿Le molesta?
–Que hagan lo que quieran. No tengo razones para oponerme. Bueno, salvo que a, mi juicio, una obra tenga una interpretación improcedente, impertinente o fuera de lugar. Si alguien quiere cantar El oso de alguna manera que no me satisface, tengo el derecho moral a oponerme. Si es una canción lenta, no se puede interpretar a las corridas.
–¿Le gusta cómo interpretó Gustavo Cordera la versión de “Escúchame entre el ruido” en el disco homónimo?
–¿Cómo? ¿No la iba a interpretar Leo García?
–En el disco está Cordera.
–Bueno, ya veré si me gusta. Al menos, sé que Cordera tiene voz grave.
–Decía tener el derecho moral de oponerse a una versión. ¿El legal no lo tiene?
–Sí, tengo que ir a Sadaic y reunir a una junta consultiva para que analice el caso.
–Cuando titulan “Escúchame…
–Desafortunadamente para ellos (interrumpe).
–¿Acaso va a reaccionar?
–Ya reaccioné. Ya hemos llegado a un acuerdo, pero tendrían que haberme llamado. No había derecho a utilizar el título sin un llamado previo.
–Hoy que la cultura rock está diseminada y hasta oficializada, ¿cómo se es rebelde?
–Es complejo de contestar, pero me arriesgo a darte como ejemplo mi actitud. Hace mucho que no voy a televisión. Tampoco hago notas que no me interesan. Estoy en mi mundo, esa es mi rebeldía.
–¿Pero no necesita inflar el ego cada tanto?
–Hace 35 años que tengo promoción por estos revisionismos. Y el ego bien inflado, también.
–¿Cuándo cree que se agotará este interés por el pasado de nuestro rock?
–Va a seguir cada vez más, y hasta fuera del país. Es que hay interés de saber qué pasa con esta música. Hay profesores de Estados Unidos que analizan al detalle cómo es que se hicieron discos polémicos bajo el imperio de una dictadura militar. Les causa mucha extrañeza. Y fascinación.
–¿Y qué héroe musical norteamericano lo seduce, Moris? ¿Neil Young?
–No sé quién es Neil Young, nunca escuché un disco suyo. Nunca escuché discos. Tengo mucha música en la cabeza. Amigos míos me decían “escuchá Génesis, Yes, Led Zeppelin”. No podía interesarme, la cabeza no me lo permitía. Y mucho menos si se trataba de sajones invasores.
–Bueno, Moris, pero usted se convierte en rockero por el imperio de una cultura anglo.
–Claro, aunque de chico no sólo escuchaba música norteamericana o inglesa y los primitivos rocks que llegaban en el año ’55. También había música francesa, italiana, la bossa nova, la música tropical. A fin de cuentas, el rock & roll no es más que una pieza de museo.
Rebelado
–¿Pero cuándo empieza su rebelión contra lo anglo?
–En el año 1970 ya dejo de escuchar discos. No tenía aparato tocadiscos. Me parecía una pérdida de tiempo estar escuchando lo que decían Los Beatles y Rolling Stones… Más me interesaba saber qué opinaban Javier Martínez, Litto Nebbia, Pajarito Zaguri. A mucha gente sólo le falta la estatua de algunos músicos. Los adoran, cuentan anécdotas. Yo les digo “pará, voy al baño”.
Moris, con la edición del simple Rebelde / No finjas más, 40 años atrás, escribió la primera de sus páginas del rock nacional. Pero no sería la última