El nuevo técnico no perdió tiempo y, a pesar de los éxitos logrados con la propuesta de Basile, apresuró numerosos cambios tácticos.
Qué se esconde detrás de esos bigotes? ¿Qué pasa en la cabeza de ese hombre de mirada seria, que se cruza de brazos y se toma el mentón de manera pensativa en cada partido? ¿Qué busca este entrenador que vivió durante tres décadas en México y desembarcó en el equipo argentino más exitoso de los últimos tiempos? En la vida de este Boca puntero, líder, multicampeón, que parecía no necesitar preguntas, surgieron interrogantes en cadena. Ricardo La Volpe aterrizó en Buenos Aires, se sentó en el trono azul y oro en el que Alfio Basile se corporizó en Rey y revolucionó sus días, sus horas. A tal punto que su figura tomó una dimensión más importante que la propia actualidad de este coloso de la pelota.
De pronto, ese esquema que tantos resultados le había dado al Coco desapareció de la escena. Ahora Boca juega con línea de tres defensores, cinco volantes y dos delanteros. Adiós, enganche. De pronto, los entrenamientos dejaron de ser puro fútbol y se transformaron en rigor táctico. De pronto, se dejó de hablar del equipo de memoria para hacer nombres propios, destacar o criticar individualidades. De pronto, Basile fue designado a la Selección, se puso a pensar en celeste y blanco, y llegó La Volpe con su librito y su filosofía bajo el brazo.
Los cambios, lógicamente, generaron incertidumbre en la intimidad xeneize. Pero hay que conocer los secretos de La Volpe para encontrar la respuesta al giro de ciento ochenta grados que pegó el bicampeón argentino.
«El tipo no cambia para hacerse el diferente. El tipo es diferente. Tiene personalidad, está convencido de lo que quiere, seguro de sí mismo». Las palabras que empleó un dirigente ayudan a comprender la frase que el flamante técnico utilizó el domingo, después del éxito ante Chicago en Mataderos: «No se va a ver el Boca de antes». Muchos lo comparan con Marcelo Bielsa, no sólo por su estilo, también porque el ex entrenador de la Selección produjo una brusca modificación cuando arribó a Vélez, en 1997. Entonces, el equipo de Liniers también venía de ganar todo con Carlos Bianchi y Osvaldo Piazza.
«Lo que busca La Volpe es que Boca juegue bien al fútbol, que no tire pelotazos y que sea ofensivo. Esas son sus premisas», añadió la fuente. Ahora, claro, falta que los jugadores, que estaban acostumbrados a un sistema con el que arrasaron en todos los torneos habidos y por haber, se adapten a su idea futbolística.
«Los jugadores están un poco relajados por tantos títulos. Y, en general, no les gusta la táctica. Ricardo les habla en forma permanente», dicen cerca de La Volpe. «Están a la expectativa. No les gusta que los cague a pedos (sic) pero lo respetan», comentan en el entorno de los futbolistas.
Lo cierto es que, más allá del 3-5-2 que intenta imponer, el método que utiliza es totalmente opuesto al que el plantel venía acostumbrado con Basile. Y esto no quiere decir que es peor o mejor. Simplemente es distinto.
Flavio Davino, su yerno, es mucho más que un ayudante de campo. No sólo por el lazo familiar. Es la mano derecha en la planificación, el que pega afiches en el vestuario con las indicaciones tácticas: córners a favor, en contra. Pelota parada. Las charlas técnicas en el salón contiguo al comedor del hotel Intercontinental, búnker de concentración azul y oro, pueden durar media hora. La Volpe hasta habla de manera individual para explicarle al jugador qué es lo que pretende. La suya, al cabo, es la única voz que se escucha en las prácticas y en los partidos. El resto de sus colaboradores son socios del silencio. Se pudo ver en el calentamiento previo. No hubo arenga de los preparadores físicos, apenas un rígido seguimiento visual.
«Es un científico táctico», dijeron en el plantel. ¿Se amoldarán los campeones al lavolpismo, esa corriente que hizo escuela en México? «Seguro que sí. Los jugadores argentinos son más inteligentes que los mexicanos», cerró otro conocido de La Volpe. El tiempo y los resultados dirán…