No sólo el Congreso Nacional ha tenido «pases» infructuosos. En la ciudad de Buenos Aires algunos, inadvertidos por la sociedad porteña, fueron similares al que protagonizó en 2005 Eduardo Lorenzo Borocotó, cuando de la mano del inefable Alberto Fernández ofrendó su banca en el despacho presidencial.


Luego de un minucioso trabajo de investigación, La Política Online pudo reconstruir los últimos pases que pudo concretar el Jefe de Gabinete, gracias a la diligente tarea de seducción de su brazo derecho en la Legislatura, el escaldado jefe del bloque kirchnerista, Diego Kravetz.
Acaso el deslucido presente institucional que vive el poder legislativo de la Ciudad de Buenos Aires, le haya servido a Kravetz y las legisladoras directamente implicadas, para eludir la mirada pública de su movedizo accionar político.
Las cuatro diputadas saltarinas son: Silvia La Ruffa (ex mano derecha de Patricia Bullrich), Sandra Bergenfeld (ex incondicional de Mauricio Macri), Marta Talotti (ex aliada de Domingo Cavallo y con un paso por el ibarrismo no peronista) y Beatriz Baltroc (ex del Frepaso de «Chacho» Álvarez a una militancia fugaz por el ARI, llegando hasta la izquierda de Luis Zamora y Patricia Walsh). He aquí sus historias.
La génesis de una mayoría
Si bien ahora todas ellas conforman el bloque Frente para la Victoria, su pase al oficialismo por obvias «coincidencias ideológicas», en algunos casos, o por «una misma visión de lo que se debe hacer en política», coinciden en la ruda realidad con las ventajas que otorgan los abultados presupuestos y numerosos cargos que maneja el kirchnerismo a nivel nacional.
Si bien, el bloque kirchnerista ha logrado mediante distintas prácticas políticas aumentar su número, no ha alcanzado la misma eficacia en términos de coherencia interna. Actualmente el bloque K está partido en tres.
Por un lado está el grupo dirigido por el cuestionado abogado de empresas recuperadas Diego Kravetz, cercano a la senadora Vilma Ibarra y como se dijo, a Alberto Fernández. Con él se encuentran tres de las «borocotizadas» legisladoras, y son llamadas las «chicas K» o «Los Angeles de Borocotó».
Luego hay otro sector de raigambre peronista, que capitanean los diputados Juan Manuel Olmos, actual Presidente de la estratégica Comisión de Hacienda y Alberto Pérez (hombre del vicepresidente Daniel Scioli).
Entre estas dos facciones hay una interrelación muy fluida y generalmente convergen en muchos temas. Su alianza estratégica siempre está mediada por muchos intereses y objetivos, y por el común denominador de un mismo jefe político en el distrito, es decir Alberto Fernández.
Finalmente existe un tercer grupo, muy aislado, que lo conforman Helio Rebot y el Chango Farías Gómez, no alineados con el albertismo aunque cercanos al jefe de Gobierno Jorge Telerman, que continuan milagrosamente en el bloque.
Chicas K
Pero vayamos a lo nuestro. Es necesario presentar en sociedad a las flamantes Chicas K, que pese a su juventud, ya tienen una aquilatada experiencia política.
Silvia La Ruffa
Fue la persona de mayor confianza de Patricia Bullrich, e incluso ocupó cargos ejecutivos cuando «la piba» estuvo en el Ministerio de Trabajo, bajo la tutela del indeciso Fernando de la Rúa.
Luego de ingresar a la Legislatura a fines de 2003 por la lista de su ex jefa política, en ese entonces muy crítica del presidente Néstor Kirchner, rompió lazos imprevistamente y se lanzó a la arena albertista gracias a los buenos oficios del emprendedor Kravetz. De esta forma, en mayo de 2004, es decir, a sólo seis meses de haber asumido su banca por una lista opositora, se pasó al oficialismo kirchnerista, sin sufrir el escarnio público que lastimó a Borocotó.
Entre otros proyectos de Ley, La Ruffa propuso, aún estando enrolada con Bullrich, una reforma al Código Contravencional que preveía bajar la imputabilidad de los menores a 14 años. Luego de su ingreso al kirchnerismo, esta iniciatiova fue dejada de lado. El recientemente adquirido perfil progresista no ameritaba semejante propuesta.
A mediados de 2005, justo cuando debía revalidar su mandato, el propio Kravetz la propuso como primera candidata a legisladora porteña, lugar que ocupó provisoriamente una semana antes del lanzamiento oficial de las listas. Su condición femenina y sus 32 años (algo que agrada al titular del PJ Capital, que ha fogoneado una serie de dirigentes en su denominado «sub 40») coincidían con el perfil buscado para un electorado esquivo de la ciudad.
Pero, fue un alto dirigente del PJ, quien en una reunión junto a Alberto Fernández y Enrique «Pepe» Albistur (Secretario de Medios), entre otros, afirmó: «Miren, si ella encabeza por más que sea mujer y sea jovencita, en cualquier debate salta su pasado y nos hace bajar varios puntos». Y mostró una carpeta con una serie de medidas que había impulsado la candidata en sus épocas en el bullrichismo ortodoxo.
Finalmente La Ruffa quedó tercera en la lista que terminó encabezando el librero Elvio Vitali, quien se desempeñaba hasta entonces como titular de la Biblioteca Nacional.
Sandra Bergenfeld
La famosa «gatita» del Gordo Jorge Porcel fue electa diputada en 2003 por el macrismo de la mano del ex legislador Jorge Mercado (quién también pasó en su mandato de ser aliado del Presidente de Boca, a incondicional de Aníbal Ibarra, todo en un mismo año).
Luego, una vez pasado el efecto Cromañon (donde condenó al ex fiscal), se reubicó en 2006 con el kirchnerismo porteño.
Bergenfeld, rápida de reflejos y ante el fin del mandato de Mercado, se afilió al PJ, ya en control del oficialismo, y comenzó a tener una fluida relación con el jefe de Gabinete quien le abrió sus puertas «para construir con miras a 2007».
Casi a mitad de su mandato saltó de ser acérrima opositora al gobierno local y nacional, a un peón más en el tablero del ajedrez kirchnerista.
Marta Talotti
Un caso emblemático de cambios de posición y una adelantada en la práctica que luego inmortalizaría el mencionado médico. Ingresó en la Legislatura allá por el 2000 en la misma lista que Alberto Fernández, bajo el sello de Acción por la República, el partido de Domingo Cavallo.
Confirmando que es una mujer de «estrella» y no «estrellada», su ingreso se debió a un oportuno equívoco, ya que fue producto de un literal error del entonces diputado nacional José Luis Fernández Valoni quien escribió su apellido por error, en la lista que preseentó a Cavallo. Fue así que Talotti logró ingresar al ex Concejo Deliberante fruto de una equivocación burocrática.
Estuvo un año y medio con los cavallistas, hasta que en 2001 saltó al ibarrismo (al que había enfrentado en las elecciones de 2000) en busca de un destino promisorio, crisis de por medio que arrastró a su antiguo jefe junto al fracasado desgobierno de la Alianza.
Así logró ser «premiada» por el mismo Aníbal Ibarra para encolumnarse en una de las listas muleto que llevaba su candidatura. De esta forma, y por sólo un par de miles de votos que la rescataron de su ocaso final en la política, logró entrar en último lugar con el ibarrismo del ex diputado y actual vicepresidente de la Corporación Puerto Madero, Jorge Giorno.
Pero la diáspora ibarrista, que no pudo mantener a los legisladores que ingresaron en 2003, logró que Talotti «ofreciera» sus servicios en el macrismo, para luego recaer, sin más, en el kirchnerismo de la mano del Partido de la Victoria, liderado por la senadora Vilma Ibarra y por Kravetz.
Hoy, la diputada ex cavallista, ex ibarrista, y ahora K, ha dejado trascender que desea ser candidata al Congreso Nacional.
Beatriz Baltroc
Histórica mujer que supo pertenecer al Frepaso, de la mano del ex vicepresidente Carlos «Chacho» Álvarez. Ingresó en la Legislatura en el 2000 por el Frente Grande (q.e.p.d.) y luego de la caída de su fuerza, realizó un breve paseo por el ARI, del cual se desprendió rápidamente y armó un monobloque.
Para 2003 sus ansias por renovar la banca la llevaron a unirse a Miguel Bonasso, quien se encontraba construyendo el PRD (Partido de la Revolución Democrática).
Así, Baltroc consiguió ser reelecta. En el camino entabló una amistad muy fuerte con el joven abogado Diego Kravetz, quien fue primer candidato a la Legislatura en esa lista, aliada a Aníbal Ibarra. Amistad que duraría poco ya que Baltroc se transformó en una acérrima opositora al jefe de Gobierno reelecto.
De esta forma integró un interbloque con la izquierda que ingresó con Luis Zamora y otros diputados de partidos de ese signo ideológico, vinculados a Patricia Walsh y Vilma Ripoll.
Pero su estadía en el campo revolucionario porteño duró tan sólo un año y medio. Luego de Cromañon, Baltroc pasó a integrar la Sala Juzgadora en el juicio político al ex fiscal. Allí su oposición se volvió «light» y cambió su voto absolviendo a Ibarra de culpa y cargo por la tragedia de Once.
Tal como lo cuenta un legislador del ARI que conoce bien el tema: «La operación salió del Ejecutivo pero la completaron los K».
Y de esta manera, y como frutilla del postre, Alberto Fernández, a través del Partido de la Victoria que conduce el joven Kravetz, incorporó orgánicamente a sus filas a Beatriz Baltroc. La amistad entre ambos renacía.
Es este el indicado final feliz de la breve, pero intensa vida política de las Chicas K, o para los más envidiosos, los Angeles de Alberto