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Los actores fueron, vieron y vencieron

Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en octubre 29, 2006

Triunfan en las pantallas españolas

Antes, durante y después de la Guerra Civil, muchos actores españoles llegaron al Río de la Plata y rápidamente se incorporaron al teatro y al cine argentinos, hasta confundirse entre los nuestros. El asturiano Narciso Ibáñez Menta, el madrileño Pedro López Lagar, el catalán Alberto Closas y el gallego Fernando Iglesias, mejor conocido como «Tacholas», son algunos. Recientemente, Pepe Sacristán confesó que hubo un momento en el que pensó quedarse para siempre en este lugar del mundo.

Tras el golpe militar de 1955, Zully Moreno con su esposo, el cineasta Luis César Amadori, partieron con rumbo a España. Su vínculo con el peronismo fue razón suficiente como para emprender el exilio. A finales de esa misma década, Alberto de Mendoza fue uno de los primeros actores argentinos en seguir esa ruta; en su caso, no presionado por circunstancia alguna, sino por una simple propuesta laboral.

Dos décadas después, la cosa fue diferente, y muchos otros se refugiaron en Madrid de la noche que había cubierto a su tierra natal. Haber participado en una película comprometida o en un acto político era razón suficiente como para justificar esa decisión. A algunos les fue bastante bien (Héctor Alterio); otros prefirieron el perfil bajo. Otros, como Luis Politti, murieron en el intento. La mayoría volvió.

Una vez comenzado el siglo XXI, otra es la historia. Leonardo Sbaraglia es, ahora, en España, todo un ídolo. Con su bebe de seis meses en brazos, nacido mientras conducía la entrega de los últimos premios Goya, hizo frente a sus admiradoras a la llegada al edificio del Kursaal en San Sebastián, donde fue una de las grandes figuras argentinas, ya adoptadas como propias, especialmente invitadas. Ernesto Alterio, hijo de Héctor Alterio y la psicoanalista Tita Bacaicoa, nació en Buenos Aires, pero de muy pequeño se fue a vivir a España. A los 36 años, es considerado una de las grandes figuras del cine y la TV hispanas. Fue él quien condujo la ceremonia final del festival donostiarra, en la que Carlos Sorín -por El camino de San Diego- se llevó el premio del jurado. Su hermana Malena, dos años menor que él, también es actriz. Y la lista sigue. Federico Luppi es uno de los que decidieron quedarse allí para siempre, casado finalmente con una riojana (de La Rioja española), la actriz Susana Hornos. Como Miguel Angel Solá, con Blanca Oteyza.

La lista sigue con nombres bien conocidos de este lado del Atlántico y otros de los que, si bien allí alcanzaron popularidad, aquí tenemos pocas noticias. Darío Grandinetti, Germán Palacios, entre unos; Javier Daulte, Enrique Quintanilla, Gustavo Ferrari, Daniel Freire y Zenón Recalde, entre otros.

El toque porteño

Ninguno de ellos necesita ponerle sal a su forma de hablar, como ocurría en los viejos tiempos, ni hacerlo «a la andaluza», como el gato Silvestre. El acento porteño conquista a las españolas. Cada vez que llegan Ricardo Darín o Gastón Pauls, las fans brotan de entre los adoquines. Por TV, el joven Alterio promociona una marca de pasta instantánea. Lo hace frente a tres amigos españoles que lo miran absortos, mientras él le pone el toque argentino que, según asegura, conquista a las mujeres. ¿Será cierto?

La excelente serie Hospital Central , que va por su duodécima temporada en la pantalla de Tele 5, incluye un personaje rioplatense, un médico llamado Héctor Béjar, interpretado por el actor argentino Roberto Drago. Es un personaje de incuestionable ética, fuerza moral y criterio a la hora de tomar decisiones, que lucha junto a otros profesionales por salvar vidas en una ciudad cosmopolita como Madrid. En un reciente capítulo conoce a una compatriota desesperada porque la anciana a la que cuidaba, acaba de morir en la sala de guardia del hospital. Sin trabajo y sin hogar, la joven no sabe qué hacer: el médico se ofrece para ayudarla. Cuando le alcanzan las pertenencias de la mujer que la empleaba, escamotea el dinero en efectivo de la bolsa. Sin embargo, la honestidad es más fuerte que ella y lo repone. El episodio toma color cuando llega una sobrina de la difunta para llevar a cabo los trámites de rutina. Tras un breve diálogo, la recién llegada se empeña en menospreciar a la argentina, delante del médico en cuestión, con duros términos. Incluso no acepta que se cumpla la última voluntad de la anciana, transmitida por la muchacha que la cuidó hasta último momento. Cualquiera puede sentirse identificado con la inmigrante maltratada hasta la humillación. La cámara sigue a la acompañante en busca de aquellas pertenencias, para entregarlas a la parienta enojada, y esta vez sí se queda con el dinero.

Los argentinos están presentes en España haciendo historia, creando modelos, desde la TV, el cine y el teatro. Lo hacen con calidad, con calidez, con conocimiento de causa. Son amados por el público femenino; son envidiados por los hombres. Sea en San Sebastián, en Barcelona o en Madrid.

Son los tiempos que corren, en una España globalizada, en la que los actores argentinos, por suerte de una manera muy distinta a cuando llegaban a fuerza de desesperación, como todavía se dice allí y aquí (como en el tute), hacen capote.
Suspiros para ellos

Envidiados por los hombres, actores jóvenes como Leo Sbaraglia, Ernesto Alterio (hijo de Héctor) y, en sus visitas periódicas, Ricardo Darín y Gastón Pauls, entre otros, conquistan a las españolas con su acento bien porteño.

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