Ha vendido un millón de discos en cuatro meses en españa, ha sido premiado como mejor solista nacional y ha batido el rÉcorD de permanencia en el número UNO de ventas que tenía julio iglesias. alejandro sánchez pizarro es el cantante español de los noventa. Por Ana Bueno. Fotografías de Juan Aldabaldetrecu

Alejandro Sanz leía, de niño, mucha novela. Pío Baroja y Miguel Delibes sobre todo. Y de entonces, quizás, le queda ese aire costumbrista que se respira en su casa, su vida, su familia, sus canciones. Habla y bromea, casi al tiempo, desde su mecedora de cuadros, al fondo siempre La 2, a sus pies, un escabel y una manta Burberrys, a su espalda, la chimenea que suena y luce, y al atardecer, su madre, coquetona, que enciende las luces a tiempo. Porque ésta es una casa familiar, en la que viven los señores Sánchez Pizarro con sus dos hijos, y donde cada día cocina Puri. «La pena», dice Alejandro, siempre con marcado acento andaluz,»es que mi madre, desde que trabaja en la peluquería que le puse, ya no cocina».
«Mi éxito es amable, discreto, ni presuntuoso ni avasallador»
La peluquería se la puso él hace unos años. Hasta entonces María siempre fue ama de casa. «Nació en Alcalá de los Gazules y como buena gaditana no hay quien discuta con ella», dice su hijo. «Cuando viene alguien a casa me pregunta `¿y ése quién es?’, yo le digo `el director general mamá’, o el que sea, y me dice `pues es horroroso hijo'».
Emigrantes andaluces. María es la misma alcalaína campechana que en los años sesenta emigró de Cádiz a Madrid con su marido, Jesús, y un hijo en los brazos. Ya en la capital, el 18 de diciembre del revoltoso 1968, nació Alejandro que, haciendo honor a su año, pronto fue un rebelde. De los que recorría el barrio, primero Pueblo Nuevo, después Moratalaz, tirando postas y deslizándose en monopatín casero fabricado con rodamientos de camión. Su infancia fue de familia media «tirando a baja», dice. Tras la escuela, un paso veloz por el instituto y a una academia de la Calle Mayor a estudiar administrativo. Allí llegó para que el director, amigo de la familia, lo «metiera en verea«. Y así lo hizo, siguiendo órdenes de Doña María y para orgullo del implicado que ahora lo recuerda así: «Fue una época bonita. Llegué a la academia cabreado con el mundo, rebelde sin causa y sin pausa y el director me quitó toda la pamplina, me habló en mi idioma y me hizo creer otra vez en la vida, me inculcó ilusiones y ese año fui el primero de la clase. Había espíritu de competencia sana, todos nos queríamos, amores de abril y mayo… En fin, como Fama«. Y aquel director que le habló en su idioma sigue siendo hoy su director. Porque aquel amigo de la familia es hoy quien «pone orden» en la vida del cantante: «Me lleva las cuentas, me aconseja, en fin, sigue siendo mi director».
Entre familia y amigos, Alejandro tiene quien ponga orden en su vida. Él, mientras, compone, vende miles, ahora millones, de discos en España y medio mundo y bate récords. Ha despedido 1997 vendiendo un millón de copias de su quinto disco Más (Warner) en sólo cuatro meses y superando el récord de permanencia en el número uno de las listas de ventas de España que tenía Julio Iglesias con 16 semanas. Dos logros conseguidos en el mismo año en que le fueron concedidos los premios Amigo y Ondas al mejor solista nacional. Claro, que nada ha sido casual.
«Sólo me he dejado llevar por el instinto»
Alejandro es músico antes que cantante. Compositor de sus canciones y de las de muchos otros artistas y productor, por ejemplo, del disco que publicó hace dos años Niña Pastori, Entre dos puertos.
Su primer disco, Los chulos hay que cuidarlos, lo grabó con 16 años y pasó prácticamente desapercibido. Su carrera como solista arrancó en realidad en 1991, cuando tenía 22 años, con Viviendo deprisa. (7 discos de platino en España y más de un millón de copias en el mundo). Entonces todo un ejército de chicas jóvenes se acercó a su música y hubo quien dudo de su futuro: «Me llamaban cantante efímero. Pero me encanta ser un eterno efímero. La verdad es que con el primer disco la gente siempre es muy escéptica».
Lento y seguro. Luego vinieron Si tú me miras (1993), Básico (1994), Alejandro Sanz III (1995) y Más (1997), del que ya han sonado dos singles, Y, ¿si fuera ella? y Corazón partío. Una carrera lenta pero segura. Afianzando los pasos hasta conseguir un disco que logra una instrumentación compleja, una producción excelente y un equilibro musical que crítica y público han alabado desde su salida. Su gira española de este año (junio, julio y agosto) será la confirmación. Las entradas para su concierto en el Palau de Sant Jordi de Barcelona el próximo 18 de junio ya se están vendiendo. De momento y hasta mayo, continúa su gira por Hispanoamérica y Europa.
Pero sobre todo, más que el millón de discos o la fama internacional de sus canciones, lo que entusiasma al artista es haber logrado salir del encasillamiento de cantante para fans. «Para vender tanto hay que tener un público muy variado. Eso es realmente lo que hace que un artista se consolide, más que una cifra en sí. Y eso se nota en las giras. He vivido todo un proceso, dando un poco más en cada disco, hasta que llega un momento en que concuerdas con un montón de gente, de diferentes edades y culturas. El secreto del éxito nadie lo sabe pero si de verdad haces algo interesante, lo bueno es que llegue a mucha gente. Y que cada uno aplique a las canciones sus historias particulares. Ése es el sentido de la música. Yo he sembrado un camino y he llegado a una meta, pero no ha sido premeditado. ¡Ojalá tuviera esa capacidad! Sólo me he dejado llevar por el instinto. Y ésta es la primera vez que tengo la sensación de que gusta todo el disco. Me alegro porque mientras se hace un disco se sufre mucho, yo por lo menos».
Letras directas, cercanas. La vida misma. Así llega Alejandro Sanz a su gente. Mimando los corazones partíos, «y no partidos. Pasando de las formas. No digo desgarrado, digo partío, muy de la tierra, de la calle». Y además, por si fuera poco, con la guitarra de Vicente Amigo.
«Me llamaban efímero. Me encanta ser un eterno efímero»
Lo ha aprendido muy bien de sus amigos los flamencos. El dolor es productivo. Lo dice Paco de Lucía, «y si lo que dice el Papa… En el flamenco es muy importante el sinvivir, incluso en los momentos álgidos cuando se dice `qué bueno y qué feliz soy, pero no sé lo que durará’. Hay sitios a los que sólo se llega a través de las heridas. Y, a veces, uno las provoca. Es verdad que el dolor te convierte en un ser atormentado y te hace perder el sentido del ridículo, ganar espontaneidad. Es muy diferente cantar sin cojones o con ellos. Sin vergüenza es como mejor se canta. Cuánto más vulnerable te sientes, más invulnerable eres».
Así, casi sin llamar, sin miedo, contándolo todo y guiado por su instinto, se ha colado en los primeros puestos de la música española. Alejandro cree en ella. Sin complejos. «Llevamos muchos años intentando quitar prejuicios a la gente que oye música española, latina e incluso italiana. En esto me ayudó mucho mi amigo el cantautor gaditano Antonio Reguera. Él, que ama a Pat Metheny, me enseñó a amar también la música italiana. ¿Por qué hay que estar más cerca de Nirvana que de Ricardo Cocciante?».
Éxito amable.Y además, campechano, sereno y, sobre todo, discreto. Alejandro Sanz no es carne de prensa del corazón. Ya le gustaría a más de uno. Pero él sabe que manteniéndose al margen de este tipo de prensa, se ha ganado el respeto. Prefiere vender su música y, como decíamos, sin molestar, su voz y sus baladas suenan en un millón de hogares.
-Y usted, ¿por qué cae bien?
-Quizás, porque mi éxito es bastante discreto. La música es más importante de lo que parece. A lo mejor, si se pregunta por la calle, la gente conoce más a Enrique Iglesias que a mí y cree que él vende más discos. Mi éxito es amable, ni presuntuoso, ni avasallador. Una cosa es tener éxito, otra, ser famoso, y otra, ser querido u odiado. Yo soy una persona con éxito pero mi fama es relativa. Espero que se siga hablando de mi vida profesional y no de la personal».

¿Cuántas novias ha tenido?
Una o ninguna, no sé. Unas cuantas.
¿Y ahora?
Unas cuantas.
El último desamor.
De eso no me gusta hablar.
Pero, ¿ha sufrido o no por desamor?
Sí, sí, sí.
Y tiene el corazón «partío».
Claro, como el 90% de los españoles, como usted, y si no lo tiene, le quedan diez minutos. Pero eso también es bueno. Si hay desamor, es que ha habido amor y mucho.
Ahora, a por otro amor entonces.
No sé, a por otro, o a por el mismo. ¿Quién sabe?. No sé.
Es usted un clásico romántico.
Me falta la tuberculosis y poco más.
Cuando sufre, compone, ¿y cuando no?
Pues se hace un disco de villancicos.
¿Y por qué sufre?
Básicamente, por amor.
¿Es usted un poeta?
No. Jamás me gustaron ni los reformatorios ni los correccionales. Escribo poesía que nunca publicaré.
Ha llegado su momento.
Soy sagitario y dicen que tengo doce años de fortuna. Ni uno más ni uno menos.
¿Por qué ha vendido tanto?
Ante la posibilidad de vender menos dije no.
¿Qué es un millón de discos?
Diez veces el estadio Santiago Bernabéu lleno de personas con mi disco en la mano. Si lo pienso, me impresiono…
Cuando oye su música en alguna parte…
Me muero de la vergüenza.
¿Se atreve a entrar en un hipermercado?
No, hombre, no, no debería. Pero ni aquí enfrente ni en México. Uno aprende a qué sitios debe ir y a qué hora. Y si me disfrazo, me reconocen por los andares de pato.
Habrá ganado mucho dinero.
Sí, he ganado, sí.
¿Y qué hace con él?
Pagar muchos, muchos impuestos e invertir. Pero no me ocupo yo de los negocios. Mi padre y algunos amigos me echan un cable.
¿Vive con su familia?
Con mis padres y mi único hermano. ¡Y no hay manera de que se independicen oiga!
A diario, comida casera.
Hasta que le puse la peluquería a mi madre. Ahora la hace Puri, la chica.
¿Es flamenco vender un millón de discos?
¡Nooo! Debe de ser la única cosa no flamenca que he hecho.
Sus amigos sí lo son.
Ser amigo de Alejandro es ser flamenco.
¿Cuánto pesa?
Entre 65 y 70 kilos.
¿Y cuánto mide?
1,74 m. Ya podía haber llegado a 1,90 m. en vez de al millón de discos…
¿Le corta le pelo su madre, peluquera?
No, me lo corto yo con la maquinilla cuando me da el punto. Así lo llevo… Es genial para despistar al enemigo.
¿Y esa piedra que le cuelga del cuello?
Un trozo de cuarzo que se carga con la luna y te da energía. Me lo regalaron en Bali.
Su última borrachera.
Antesdeayer… En realidad, dejé de beber hace 4 ó 5 años. Estaba gordo y adelgacé 15 kilos. La noche es «mu» mala.
Su último llanto.
Ayer, viendo una película de los hermanos Marx.
¿Y el anterior?
Antesdeayer, en algún momento emotivo de telecomedia.
¿Cree en Dios?
Sí, pero no practico.
¿Habla con él?
Sí, pero sin intermediarios.
¿Y cuándo?
La verdad es que, como casi todo el mundo, cuando lo necesito.
Sus tres deseos para el año recién estrenado.
Para no ser egoísta seré tópico, pero sinceramente sé que no se cumplirán: justicia, mucha tranquilidad, que la gente está muy alterada, y salud.
Su peor enemigo.
Yo mismo y mis recuerdos. Siempre parece que lo pasado fue mejor. Esto me motiva y me hace trabajar más. Antes era feliz mirando un atardecer. Ahora me cuesta y me esfuerzo en conseguirlo.
El mejor consuelo.
La Berlanga… No, el mejor consuelo es conseguirlo.
Una virtud de Alejandro Sanz.
La constancia.
Y un defecto.
La visceralidad. Soy apasionado en mis reacciones, en mis arrebatos. A veces me levanto con el pie izquierdo.
¿Con qué ideología política se identifica?
Ninguna me satisface. Es difícil. Hubo un tiempo de ideologías contundentes. Era otra época diferente a la que me ha tocado vivir.
¿Monárquico o republicano?
Monárquico.
¿Por qué Sanz y no Sánchez?
No sé, pregúntele a Marylin Monroe. Es como el que se pone el mono para ir a trabajar.
Le acaban de sacar las muelas del juicio.
Dicen que según avanza el hombre tiene menos muelas del juicio, a mí me han sacado tres, seré muy cateto…