Pasados ya algunos días de las elecciones misioneras, es posible pensar con más detenimiento todo ese lamentable proceso, y advertir que existen ciertas características comunes entre cuestiones que aparentemente no tienen ninguna relación entre sí y que sin embargo constituyen rasgos característicos del tiempo que nos toca vivir.
Digamos, adelantando una hipótesis de trabajo, que la impunidad es algo que se construye. Se construye con silencios, con acuerdos espurios, con violencia, con dádivas mezquinas, con absoluta falta de respeto por la ética y por las leyes, con compra de conciencias, cultivando, en fin, lo más oscuro de la mente y el corazón de los seres humanos.
Y, ante todo y sobre todo, con una desigualdad social que es la base y el efecto de tantas impunidades.
Los comicios en la provincia del nordeste son este sentido, un verdadero catálogo de construcción de impunidades, que llegan hasta la impudicia.
Ya, de partida, es una impudicia que se naturaliza en impunidad, la convocatoria misma a la reforma constitucional.
Porque cuando el ex presidente aspiró a su reelección tomó al menos el recaudo de hacer un acuerdo con la principal figura de oposición y, entre ambos, caminando los jardines de Olivos, pergeñaron también algunos avances en materia de derechos humanos y participación popular, que le dieron un cierto ropaje al espurio pacto.
El ingeniero químico Carlos Rovira careció totalmente de esas elementales buenas maneras. Llamó a elecciones de convencionales constituyentes a fin de tratar un único artículo, que habilitara su reelección indefinida como gobernador, cuando venza su segundo mandato el próximo año.
Y de ahí en adelante siguió, hasta el día mismo de las elecciones, lo que Enrique Santos Discépolo hubiera estigmatizado diciendo «que falta de respeto, que atropello a la razón».
No hubo recurso sucio al que no se echara mano. Y lo más repulsivo, es que todos y cada uno de esos recursos se fueron naturalizando, se fue construyendo impunidad en el atropello mismo a la razón.
Resulta natural el clientelismo que compra votos con máquinas de coser, dinero, zapatillas. Como no va a ser natural si se usa desde los albores de nuestra democracia.
Resulta natural que ciudadanos de otro país vengan a votar con documentos en blanco a los que les pone foto y nombre en el momento oportuno. Se habló de miles de documentos. Se los vio en la televisión y fotografiados en los diarios.
No se sabe de donde los sacó el peronismo misionero, ya que son documentos nacionales. Mientras los ciudadanos argentinos deben hacer infinitas colas para obtener legalmente su documento, estos aparecen así, en un golpe de magia. Y a los jueces parece resultarles natural. Ninguno abrió un proceso, ninguno se dio por enterado. Es otra impunidad que se construye.
Lo que no parece tan natural es que el Presidente de la República chapalee en tanto cieno. Argentina es un país federal y su cabeza política no debería, por una elemental cuestión ética, comprometerse en las disputas provinciales. Al hacerlo resulta lesionada la investidura presidencial. Y la investidura presidencial es patrimonio de todos los argentinos.
Del lado opositor también se construyeron impunidades. Que el ex gobernador y ex presidente por un día, Ramón Puerta, aparezca dando lecciones de instrucción cívica es otra impudicia. Y más de una figura nacional anduvo por donde no debería haberlo hecho.
El pueblo misionero dio un verdadero ejemplo de conciencia cívica y derrotó este miserable intento. No sólo en las modestas ciudades, pobladas por una clase media cuyo repulsa se descontaba, sino en el interior profundo, habitado por el pueblo trabajador, que no se rindió ni ante el palo ni ante la zanahoria.
Esto es bueno y alentador. Si la campaña de Rovira demuestra como se naturaliza la impudicia y se construye impunidad, su derrota muestra que la impunidad puede, también, ser derrotada
Como la impunidad construida por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, fue derrotada por 30 años de lucha popular, que impulsó a los tres poderes del actual gobierno a propiciar su caída.
Aunque ahora se intenta construir una nueva impunidad. ¿Dónde está Jorge Julio López? «No está ni vivo, ni muerto. Está, desaparecido» responde el fantasma de Videla, desde su mal cumplido arresto domiciliario.
¿Y que más da? Nos proponen los partidarios del mal llamado «realismo político». Había 30.000 desaparecidos. ¿Qué mas da 30.001? Ya lo naturalizó el gobernador de Buenos Aires, Felipe Solá, principal responsable de la seguridad de los testigos, al decir, lo que después dijo que no dijo: «es el primer desaparecido de la democracia».
Se pretende construir una nueva impunidad para los genocidas. Con silencios y amenazas, con ineficiencia judicial y policial, con operaciones de prensa y de inteligencia. ¿Habrá nuevos acuerdos en la sombra?
Se construye impunidad para «la Tuta» Muhamad y sus muchachos, que atacaron a los empleados del Hospital Francés de Buenos Aires. Se construye impunidad para los protagonistas del «Combate de San Vicente».
La construcción de impunidades es el signo de nuestro tiempo, un tiempo signado por la falta de equidad social que es la madre de la impunidad porque fragmenta a la sociedad y pervierte los mecanismos de la democracia.
Y que es, a su vez, hija de la impunidad, por que se mata, se violan las leyes, se tejen acuerdos en las sombras, para mantener la desigualdad social que perjudica a los trabajadores que producen la riqueza, beneficia a los poderosos y les deja el vuelto a sus personeros.
Pero las elecciones misioneras son una prueba más que se la puede derrotar. Con participación popular, ética, conciencia y coraje civil.
Diputado Provincial (ARI) – Aldo Strada