Las claves de un éxito imparable
Vestuario glamoroso, mujeres bellas, historias solidarias, jurados «malditos» y enfrentamientos varios siguen levantando el rating del programa de Marcelo Tinelli, que ya está en la punta.
UN SHOW CON TODAS LAS LUCES. Tinelli junto a María Valenzuela y su «soñador», Matías Pedemonte.
Nació para sección y se adueñó de su programa. Y de otros programas. Se sienta, como tema disparador, a la mesa de los bares. Se cuela en el boca a boca. Se volvió tema. Como si la pista le quedara chica, Bailando por un sueño suele convertir a ShowMatch (a las 22.30, por Canal 13) en lo más visto del día y en telón de fondo para levantar polvareda a cuento de polémicas, de competencia, de calificaciones, de penas y glorias. Nació para sección, es cierto, pero devino en un fenómeno de esos que estiran los límites de la pantalla chica para pasar, más de una vez, de bailar por un sueño a danzar con lobos.
Si bien la idea ya fue probada en otros países (ver Un formato…), en la Argentina fue aprobada ya en tres ediciones en lo que va del año, sobre la estructura original que plantea un concurso entre parejas integradas por un participante anónimo (al menos cuando empieza el certamen) que compite por un premio que le materialice un sueño y un personaje conocido. Un jurado —ecléctico y de roles notoriamente dispares— califica. El público tiene la última palabra… escrita vía mensaje de texto y determina quién gana.
Claro que a medida que transcurrieron las ediciones en el marco de ShowMatch, la fórmula fue alterando algunas dosis como para cambiar la forma, mas no el contenido. Como, por ejemplo, en esta tercera tanda (que comenzó el 2 de octubre) «los famosos» sólamente son «las» y los participantes, únicamente soñadores varones. Otra de las curiosidades pasa por mechar personajes conocidos que llegan desde distintos rubros, con diferente nivel de coqueteo con el público. Así, desfilaron por la pista «carismáticas» como Carmen Barbieri o Florencia de la Ve (las ganadoras de la primera y la segunda edición), tapadas como María Vázquez, que se destaca en estos días, y nuevitas para la pantalla, como la boxeadora Marcela Acuña: la Tigresa quedó eliminada luego de haber superado cuatro instancias como sentenciada (el paralelo al «estás nominado» de Gran hermano).
Instalado en el rubro de «Entretenimiento», ShowMatch logró este año hacerle frente a la competencia modificando su clásica estructura de ciclo humorístico, de la mano de las competencias de canto y de baile. Así, en una dura pelea por el prime time —se destacan también Montecristo y Sos mi vida—, el programa de Marcelo Tinelli es el que mayor cantidad de veces subió a lo más alto del podio, según Ibope.
Luego de debutar el 17 de abril, el primer Bailando consiguió un promedio de 27 puntos, cuatro décimas más que lo que logró la segunda edición. Otro número que suele dar cuenta de la llegada del programa es el de los llamados del público: el día en que los espectadores resolvieron que ganara Florencia de la Ve, por ejemplo, se recibieron 350 mil mensajes de texto. Los lunes, en cada «noche de eliminación» (hoy compiten en esa instancia Evangelina Carrozo, Luciana Salazar y Julieta Prandi), llegan alrededor de 150 mil votos telefónicos.
En lo que va de esta edición, el promedio de rating es de 28,2 puntos y la sensación térmica, imposible de calcular.
La cifra
2.500 Las horas de ensayo, para 25 ritmos
250 Cambios de ropa. Y 30 modistas
1.250 CD de audio utilizados hasta hoy
7.000 Las personas que fueron a los castings
35 productores y 10 editores, a full.
Polémicas: con sal y pimienta
De edición en edición, en lo que más se ha especializado Bailando por un sueño es en generar polémica. El top ten de las peleas en este tercer certamen lo encabeza, lejos, el tándem Fidalgo-Sofovich: ella arrastra desde la edición anterior una discusión mediática (que llegó a la justicia) con Florencia de la Ve, que terminó poniendo al productor del lado de De la Ve. Y ahora, cada vez que Fidalgo abre sus piernas 180 grados (proeza que irrita a Sofovich por la insistencia en demostrarlo), él le dice algo, ella contesta, sacan viejos trapitos al sol. Sofovich (seguido por el resto del jurado) también mantiene un duelo verbal con el uruguayo Javier Rojas, que baila junto a Evangelina Carrozo. En su paso por el programa, la boxeadora Marcela Acuña también levantó polvareda, pero no con el jurado, sino con otras pugilistas que fueron al estudio a pedir combate. Y ganar fama, claro.
«Cantando…» también da pelea
Incluso habiendo iniciado precozmente la etapa de rencillas (hasta se dijo que un jurado se fue a las manos con un coach), las alternativas del otro formato de ShowMatch, el «Cantando por un sueño», no habían logrado hasta ahora el atractivo de su primo hermano.
El viernes hubo revancha. Iliana Calabró, sentenciada permanente que sólo se viene quedando gracias al voto del público, anunció la salida de su disco. Y, ante el pedido de Tinelli, cantó sobre cada una de los temas convirtiendo al estudio en una pista; al «trencito» no faltó ni el adusto jurado Mediavilla. Con 27,3 puntos de rating, fue lo más visto. Y Canal 13 ganó el día.
BAILANDO POR UN SUEÑO» DE «SHOWMATCH»
¿Un formato para el tercer mundo?
En un principio fueron las estrellas. Verlas intentando pasos difíciles junto a danzarines profesionales fue, en muchos países, una diversión suficiente en sí misma. Y si no, habrá que recordar la pasada de Diego Maradona, recién puesto a punto, por el show italiano Ballando con le stelle, el año pasado. La idea original la patentaron en Inglaterra (la BBC) y desde ahí llegó a varios países, entre ellos España, Australia y los Estados Unidos.
Pero en México tuvieron otra idea, parecida, es cierto, pero diferente. La cadena Televisa tomó nota de que por estos lugares del planeta la gente tiene necesidades muy concretas. Los famosos, entonces, acompañaron a seres anónimos que perseguían, cual ilusión, su derecho a la salud, la vivienda, la educación o una jubilación digna. Así nació Bailando por un sueño, un formato al que Marcelo Tinelli le vio tela para cortar y supo adaptar —los números cantan— a la «idiosincrasia argentina». Que el gusto por el conductor involucrado y carismático, los jurados «malditos» y las peleas de los participantes con el jurado y/o entre sí no es excluyente de este país, lo prueba el hecho de que, en su salto a muchos otros países de América latina, el Bailando por un sueño resultante intenta ser lo más parecido posible al argentino.
En Paraguay, por caso, lo conduce Menchi Barriocanal, la animadora top de ese país. Y la versión brasileña, por SBT, está a cargo del popularísimo Silvio Santos. Bailando… también es un éxito en Colombia, Panamá y hasta en Rumania, que no estará en América latina, pero tampoco en el primer mundo.
Llegará un momento en que la gente también se agote. Pero para alejar el riesgo de llegar a un alicaído Bailando… decimotercera edición, Televisa ya puso en el aire Bailando por la boda de tus sueños y pronto habrá otro concurso para conseguir el cumpleaños de 15… O sea: lo que tu quieras, chico, pero gánatelo bailando.
Los beneficios del primer plano
Sobre los «sueños», en cuya gran mayoría se evidencia la ausencia del Estado, la controversia puede estar a la orden del día. Por un lado, los que sostienen que no se debe usar el drama para el show. Por el otro, los que replican que «a drama amplificado, solución en marcha». A muchos de los participantes del «Bailando por un sueño» de ShowMatch, los alcanzó la mano de sus respectivos gobiernos provinciales sólo después de haberse expuesto en el programa. La buena noticia de la semana pasada tiene un nombre: Valeria. La prima de Matías Pedemonte (el que baila junto a María Valenzuela) necesitaba un transplante de médula para superar su leucemia. No podía esperar siquiera los tiempos de un concurso. Y con el aporte de muchos, Valeria finalmente fue operada. Matías sigue concursando por los insumos para su total recuperación.