“La matemática es una red para hacer muchas piruetas”

“Es mucho más gratificante pensar solo que buscar cómo lo resolví yo”, dice el periodista y matemático en lo que puede ser una de las claves del éxito arrollador de sus libros sobre el mundo de las cifras.
Las ideas se gastan menos que las palabras, y si no está muy convencido, el fenómeno que ha generado Adrián Paenza desde que publicó el año pasado Matemática… ¿estás ahí? (Siglo XXI) quizá le sirva para cambiar de opinión, o al menos permitirse el sano ejercicio de la duda. Con el primer libro, que lleva vendidos más de 120.000 ejemplares, muchos lectores, con lápiz y papel en mano, han tratado de resolver los problemas que planteaba el autor, aunque no hayan encontrado la solución. El matemático y periodista los invita a esforzarse y a tener paciencia: “Es mucho más gratificante pensar solo, aunque no se llegue al resultado, que buscar cómo lo resolví yo. Si no, ¿qué gracia tiene?”, se pregunta en las páginas de la segunda parte que, con una tirada de 40.000 ejemplares –una cifra inicial inédita en el mundo editorial argentino–, ya vendió más de 10.000 a una semana de su lanzamiento. En la entrevista con Página/12, él dice que no inventó ni descubrió nada nuevo, pero en manos de Paenza la matemática recupera esa cualidad que había perdido: la de ser una herramienta poderosa que enseña a pensar. El patentó un modo de contar que resulta seductor, atractivo, dinámico y fascinante. Y es responsable de aportar “un granito”, como prefiere llamarlo, en esa larga lucha contra el preconcepto de que la matemática es aburridísima o in-so-por-ta-ble. Al menos lleva dos rounds ganados por knock out.
En el segundo libro, subtitulado Episodio 2, despliega “golosinas para la mente” con su método de multiplicar y dividir sin necesidad de saber de memoria las tablas, con el dilema del prisionero, con el problema de las doce monedas, o en qué orden conviene jugar en la ruleta rusa y el increíble (por lo obvio y sencillo que resulta cuando se conoce la respuesta) problema de pensamiento lateral (“Eminencia”), entre otros. Estas golosinas alivian esa “atrofia” heredada contra la matemática, ese modo de mirarla de reojo, con desconfianza. Pero la más notable de todas las virtudes de estos ensayos es que enseñan a disfrutar también del error. “Me parece muy importante que la sociedad no castigue a quienes no pueden resolver los problemas con velocidad y que sepa valorar lo que significa el camino y los tiempos de cada persona. Lo que importa es haber pensado algo”, señala Paenza. Uno de los problemas más sorprendentes del libro es el de la “Eminencia”. “Puesto de manera encubierta –explica Paenza–, nos descubre mucho más machistas de lo que uno racionalmente está dispuesto a aceptar. Si yo preguntara si una mujer puede ser una eminencia, me considerarían segregacionista, machista o todo lo que quieran. En el programa de televisión Científicos Industria Argentina propuse este problema, y todos en el piso del estudio empezaron a discutir la solución. Sacando al productor general, Claudio Martínez, todas son mujeres.”
–¿Y alguna de las mujeres se dio cuenta de la solución?
–No, y se sintieron más mal que los hombres. Una de las chicas forma parte de una liga feminista que lucha por los derechos de las mujeres y quedó en una situación muy complicada, porque el machismo está mucho más internalizado de lo que nosotros nos damos cuenta. Me parece que con los libros busco entrenar la capacidad para poner en duda todo, pensar y disfrutar de no saber, de tener problemas, de que se te ocurran soluciones alternativas que no sean las que fueron pensadas o consideradas “correctas”.
–Equivocarse en una sociedad en la que impera el éxito está muy mal visto. ¿Pero por qué parece ser peor el error en la matemática y no tanto en las ciencias sociales?
–En las ciencias sociales, si alguien te pide el nombre de los conquistadores portugueses que estuvieron en la costa africana se puede buscar la información y leerla. Pero el error en la matemática atenta contra tu formación, contra tu capacidad de razonar. Si nos queremos distinguir como seres pensantes, el error te exhibe delante de tus pares como una persona que no puede pensar bien; te expone como un “idiota” y nadie quiere estar en ese lugar. El problema es que el que se equivoca se excluye inmediatamente y pasa a integrar el grupo que dice que no sirve para la matemática, y esa mayoría lo protege bajo las consignas “todos somos burros” o “todos somos unos idiotas”. Uno se entrena para pensar y la matemática nos da una red por donde se puede hacer muchas piruetas. Voy a ser un poco exagerado, pero lo que nos enseñan qué es la matemática, no es la matemática, es sólo una parte y es una mala selección. Por eso produce tantos rechazos no sólo acá, sino en todo el mundo. ¿Todos los chicos son idiotas y hay sólo un grupito de privilegiados?
–Evidentemente no…
–Me parece que llegó el momento de mezclar y dar de nuevo. Los problemas que plantea la matemática están relacionados con la vida cotidiana, la cuestión es saber comunicarla bien y poder responder por qué aprendo o qué resuelvo con esto. No estoy en contra de que se sepa de memoria las tablas de multiplicar, pero lo que digo es que quizá no hay que saberlas en ese momento porque pueden resultar una tortura para los chicos. Un maestro puede argumentar que no puede esperar hasta que el chico tenga 14 años para que sepa justificar las tablas. Pero hay un método para multiplicar y dividir sin las tablas. Uno entiende de qué se trata mucho más adelante y eso no nos hace peores o menos inteligentes.
–Tal como está planteada la enseñanza, ¿el propio sistema educativo es el peor enemigo de la matemática?
–El sistema educativo no da más. No todo lo que se enseña está mal, pero cada persona que enseña algo, ¿puede explicar por qué lo hace? Cuando los alumnos les preguntan algo a sus docentes, éstos contestan: “Eso lo vas a saber más adelante”. ¿Y cuándo llega más adelante? Yo querría ir a la oficina de reclamos para quejarme porque me dijeron que esto que me enseñaron me iba a servir, pero quiero que me devuelvan mi tiempo porque no me sirvió; quisiera entender cuándo llega ese más adelante porque las personas que me lo enseñaron ya no están más.
El periodista y matemático cuenta que muchas veces le preguntan cuál es su coeficiente intelectual. Pero él no lo sabe ni le importa. “Nunca me hice un test porque estoy en desacuerdo con esa manera de medir la inteligencia”, aclara.
–¿Qué objeta de estos tests?
–Si nos remitimos al dicho “lo que natura no da, Salamanca no presta”, estamos diciendo que por más que estudie, si el coeficiente intelectual resulta bajo, no tiene sentido ningún esfuerzo. Lo que me preocupa es que el chico se va con una etiqueta para siempre y por más que intente mejorar, que vaya a Salamanca, no va a aprender. Además, no está muy claro cuál es la definición de inteligencia y lo que se mide cuando se hacen esos tests. En Estados Unidos hubo una gran controversia porque se usaban estos tests para ubicar a los afroamericanos en clases más atrasadas, con una clara intención segregacionista.
–¿Pero cómo definiría usted la inteligencia, al menos desde la matemática?
–No tengo una respuesta. Yo también escucho las mismas que dan la mayoría; hay muchas, pero ninguna me convence porque no encuentro una buena definición. Una persona para ser inteligente, ¿tiene que ser rápida?, ¿tiene que ser profunda? Yo creo en el esfuerzo, para mí el esfuerzo es un talento. A mí me interesa mucho que una persona valore lo que significa la transpiración porque a mí me cuesta todo mucho trabajo. No es que me siento y pienso un problema en un minuto. Cada uno aporta un granito de arena, y así se hace cada ladrillo. Claro que de vez en cuando aparecen un Einstein o un Newton, que traen treinta ladrillos juntos, pero en general todo se hace granito a granito
La ficha
Adrián Paenza nació en Buenos Aires en 1949. Es doctor en Matemáticas de la Universidad de Buenos Aires y profesor asociado del Departamento de Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la misma universidad. “Yo no quiero matematizar el mundo, lo que quiero es que cada persona tenga la posibilidad de tener la matemática en su menú. La obligación moral de las personas que tenemos una vida como la mía es lograr que estas condiciones, que fueron de mucho privilegio, sean ofrecidas a la mayoría”, suele repetir. “No hay ninguna razón para que haya chicos que no tengan las mismas posibilidades que tuve yo.” Es, además, periodista y en la actualidad conduce el ciclo Científicos Industria Argentina, en el que difunde las actividades y los logros de los científicos argentinos. Trabajó en las radios más importantes y en los cinco canales de aire de la Argentina.
Las cifras del fenómeno
Matemática… ¿estás ahí? fue y es el best seller de no ficción del 2005 y de este año: estuvo 50 semanas primero en las listas de los más vendidos. Los libreros cuentan que los dos libros (el primero y Episodio 2) salen a la par de titanes como Gabriel García Márquez, Isabel Allende o Dan Brown. El fenómeno sorprende: más de 120.000 ejemplares vendidos de la primera parte y una tirada inicial de 40.000 para la segunda, que a dos semanas de su distribución ya superó los 10.000 ejemplares vendidos. Y como si esto fuera poco, estará en las escuelas primarias: el Estado compró 4500 libros para entregar a las bibliotecas populares del país. Pero falta un detalle más: el libro está disponible en la red y se puede bajar gratuitamente. ¿Por qué un libro, al cual se puede acceder gratis, se convierte en best seller? Susana Fernández, responsable de las relaciones públicas de la librería Cúspide, confirma a Página/12 que los libros de Paenza salen de los estantes de las librerías a la par de otros best sellers. “Lo interesante es que Paenza propone enigmas a resolver y engancha a los lectores presentando los temas como un juego, y creo que la matemática tiene mucho de lúdico. También explicaría parte del boom el hecho de que es una figura pública reconocida y respetada por su trayectoria en los medios de comunicación”, señala Fernández. “La divulgación científica humaniza la ciencia y se acerca al común de la gente. Esto no quiere decir que la divulgación vulgarice las ciencias, sino que demuestra todo lo valioso que tiene para brindarnos.” Paenza firmará ejemplares del segundo libro el próximo martes a las 19 en El Ateneo (Santa Fe 1860) y el sábado 2 a las 18 en la librería Cúspide del Village Recoleta (Vicente López 2050).
Adrián, el preguntón
Entrar al universo Paenza es un viaje de ida y, además, adictivo. Por eso, y porque sobraban ideas, enigmas, problemas e invitaciones a pensar alegremente, sale este nuevo libro de Adrián, tan fascinante como el primer Matemática… ¿estás ahí? Podría pensarse que es la trastienda del primero, pero no: el autor se tomó el mismo esfuerzo de revisar cada texto, de ser el primero en pensar cada pregunta, cada idea, para darnos una nueva puerta de entrada a la matemática, esa musa que tantas veces se nos presenta esquiva y díscola. Quiero contarles aquí algo de mi experiencia como primer lector de algunos de estos textos, de la tarea de ir soñándolos juntos en forma de libro. Leer a Adrián es más bien escucharlo, sentir las pausas, las comas, las inflexiones. Efectivamente: les aseguro que el texto inicial es aún más “oral”, con multitudes de negritas, bastardillas, mayúsculas, signos admirables y preguntones. Es como tenerlo al autor en un café leyéndonos –o, mejor todavía, contándonos, frente a un pizarrón– cada una de las frases, cada uno de los misterios.
En algún lado de esa comunicación se produce un milagro, y tantos lectores-oyentes convierten a un libro de matemática en un éxito increíble. ¿Será que el autor es cara conocida en estas costas? Si es así, difícil explicar el suceso del libro en España o su próxima publicación en Brasil. ¿Será que queda bien mostrar en la oficina o el colectivo que uno lee matemática? Mmmmhhh…, tampoco: la gente se guarda el texto como un tesoro y, por si fuera poco, lo puede bajar gratis de Internet. En definitiva: es un misterio y maravilloso para despertar las ganas de saber, de preguntar, de ser un poco más racionales en la vida de todos los días, que buena falta nos hace.
Otro hecho interesante es que Adrián Paenza, personaje conocido si los hay, de pronto se vuelve más conocido, y en ámbitos diferentes; no es por la tele, no es por la radio ni la NBA, es… por un libro. Sí: algo tan viejo y querido como un libro, que tiene entre sus compañeros de colección a otros aventureros físicos, biólogos, químicos y otros ladradores. Tal vez sin saberlo, con sus historias Paenza nos trae otro regalo. Existe una tribu en el Amazonas, los Pirahá, que es la favorita de los lingüistas: entre otras curiosidades, no tienen palabras ni conceptos para los números. El asunto es que su lenguaje es también limitado en el sentido de que no tiene referencias temporales; entre los Pirahá no sólo faltan los números, sino que tampoco hay ayer ni mañana. Quizá sea, entonces, que Adrián nos brinda, junto con sus preguntas, sus problemas y sus números, la posibilidad de una historia, y de un futuro. Casi nada.
* Biólogo, director de la colección Ciencia que Ladra, autor de Sexo, drogas y biología (Siglo XXI), de inminente aparición.