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Natalia Oreiro: «Tranquilamente, ya podría ser doble de riesgo»

Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en diciembre 3, 2006

Aunque odiaba el boxeo, ya es una experta en el ring. También se especializó en otras materias para componer a la «Monita», el personaje de «Sos mi vida» con el que toca a fondo la cuerda de la comedia. Cuenta que no volverá al género en los próximos dos años, que prepara su cuarto disco y su propia línea de ropa. Y que en el 2007 hará cine y se ocupará de su jardín.

En uno de los rings de la Federación de box, la Tigresa Acuña pega y esquiva. Al rato, su rival se quita —pero no cuelga— los guantes rojos, se saca las vendas, se pone un buzo azul, se cubre con la capucha, baja la cabeza y camina de noche por Castro Barros hasta Rivadavia, sin que nadie la mire siquiera. Entra a la pizzería del barrio, se sienta a la última mesa, pide una botella de agua mineral. Tomado por la rutina, el mozo se va, vuelve con el pedido para la chica de la capucha, que ya sin capucha lo desorienta. El levanta la vista hacia el televisor que pasa escenas de Sos mi vida y, como tratando de entender el juego tejido entre ficción y realidad, sólo dice «ah, Natalia Oreiro, claro, estuviste practicando acá al lado». Sonríe la uruguaya que, en una obsesiva combinación de verbos, ensaya entrenando. Y cuando entrena, cuesta reconocerla.

A cara lavada, luego de doce horas de grabación y dos de golpes entre las cuerdas, le hace frente al cansancio y se sube a ese ritmo muy suyo, de charla sostenida y cierto vértigo oral, como si el día recién comenzara. Son casi las diez de la noche, pero el año que le dio la Monita —su personaje de ficción en la tira de Canal 13— bien le vale para conversar largo y tendido. De eso y del universo Oreiro, donde anidan confesiones del tipo de «aunque no parezca, yo tengo mucha necesidad de silencio en la vida. Suelo buscarme mis momentos de soledad. A veces llego de grabar, molida, y me tiro en el suelo y me quedo callada un rato. En Córdoba, por ejemplo, puedo quedarme cuatro horas en una piedra sin hacer nada».

A la polvorita que públicamente es capaz de interrumpirse a sí misma sería difícil creerle tamaña introspección, pero a las 23 de un lunes, luego de un arduo trajín y con la calle semi dormida, ella deja verse sin rastros del personaje conocido. Ni de la Monita ni de la Natalia Oreiro más conocida.

Así, a lo largo de casi dos horas de charla sin apuros ni testigos, comparte que entre sus ceremonias más placenteras de la intimidad figura ocuparse de su jardín. «Ahí conecto verdaderamente conmigo. Riego las plantas, las cuido, les presto atención… Ahora estoy enamorada de mis rosas y mis orquídeas. Dicen que una orquídea puede tardar tres años en salir. A mí me salen todos los años». Si bien ahora no puede dedicarse a sus plantas todo lo que quisiera, «la jardinería es una de las cosas de las que me voy a ocupar mucho en el 2007. De eso y de la música y del cine y de la línea de ropa que voy a sacar con mi hermana».

¿Y de la tele no?

De la tele no, no podría. Después de este año tan intenso no podría seguir con el mismo ritmo. Frente a un nuevo trabajo yo me tiro de cabeza, aprendo el oficio de mi personaje, me mando como una loca, por eso suelo pasar un tiempo sin hacer televisión. Es más, no pienso hacer otro personaje de comedia en los próximos dos años, ni siquiera en cine.

No vas a renegar del género ahora…

No, no reniego. Sólo que todo lo que los autores podrían escribirme o lo que se me podría ocurrir en ese rubro está puesto en la Monita. Ya bailé, ya me disfracé, ya canté, ya volé, ya zapateé, ya hice todas las payasadas posibles… Además, en mi carrera ya di varios golpes de timón. Me gusta quebrar cada tanto y sorprender y sorprenderme. Y ver hasta dónde llego. Con esta tira, por ejemplo, descubrí que, tranquilamente, ya podría ser doble de riesgo.

Cuando Oreiro habla de su carrera, marca como punto de partida las publicidades que hacía en su Uruguay natal a los 12 años. A los 16, ya instalada en la Argentina, debutó como actriz en Inconquistable corazón (iba por Canal 9) y de ahí en más hilvanó sus papeles de heroína en telenovelas con sus trabajos de cierto tinte dramático en cine (como la Cleopatra de Eduardo Mignogna) y con su oficio de cantante.

Ahora, con 29 años y un histórico caserón en Palermo —donde vive con su marido, el músico Ricardo Mollo—, repasa el camino andado desde que cruzó de orilla y, más allá de los logros artísticos, celebra haber sabido separar su vida pública de la privada, certeza que a mitad de este año le permitió hacerle frente a los rumores de separación: «La puerta de mi casa, metafórica y realmente hablando, es de hierro. No pasa nadie que yo no quiera. Afuera se puede caer el mundo, pero a mí me importa mucho lo que suceda adentro y eso no lo descuido. Y lo cierto es que estoy muy bien. Armé una familia, crecí, la peleé».

La familia y la pelea son dos sustantivos que se repiten seguido en la charla: uno a cuento de los padres que quedaron en Montevideo, del desarraigo y del proyecto de montar con su hermana —Adriana, diseñadora de modas— un local de ropa en Palermo. Y el otro, a propósito de lo «poco que me gusta discutir en la vida. Yo apelo al sentido común, no me va enredarme en la agresión». La pelea también se cuela a la hora de hablar de la tira de Pol-ka, la ficción más vista del año, en la que junto a Facundo Arana le sacan chispa a la buena química. «Pensar que yo me resistía a hacer este programa… Adrián (Suar) estuvo seis meses tratando de convencerme y yo le decía que no, que tenía que filmar, que tenía que sacar el cuarto disco…».

¿Cuándo cambiaste de opinión?

Cuando me di cuenta que me estaba resistiendo demasiado. Me tomé un café con Facu —juntos habían construido el fenómeno Muñeca brava, vendido a medio mundo, literalmente—, charlamos, lo pensé y me mandé.

Mandarse implica haber entrenado boxeo durante un año, haber postergado su agenda (se define como una «chica estructurada» para el trabajo), haber tomado clases de baile para matizar la ficción, haber comprobado que «mi fórmula de trabajo no falla: me gusta llegar a la escena del crimen sabiendo cómo voy a matar. Es mi modo de respetarme».

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