Cine Bond, el mejor Bond

Bond, el mejor Bond

Daniel Craig revive al mítico personaje en la impecable e implacable «Casino Royale», de Martin Campbell.

CORRE, JAMES, CORRE. Un atlético y violento Craig, en la piel de un 007 renovado.

 Suerte de secuela y «precuela», a la vez, de toda la saga Bond, Casino Royale marca la primera aparición de Daniel Craig como el personaje del título, pero es también una especie de reinicio de la serie creada por Ian Fleming. Al basarse en Casino Royale —la primera novela sobre Bond, de 1953—, los guionistas y el director Martin Campbell han decidido contar «cómo Bond se convirtió en 007». Sin embargo, no se trata de un filme de época: Casino Royale transcurre en la actualidad, con un financista del terrorismo internacional como principal villano.

Y lo que Campbell y Craig han logrado, mucho más que con Pierce Brosnan (quien servía como un continuador del estilo ya patentado) es hacer renacer al personaje. Y, con él, a toda la saga. Al comenzar la película —en blanco y negro— Bond no ha alcanzado aún la categoría 00 que caracteriza a los agentes «con licencia para matar». Es un tipo recio y violento, que tiene más pinta de boxeador que de galán de esmóquin y vodka en mano.

Bond no tardará en ganarse la famosa categoría y, muchas veces contra las órdenes de sus superiores, la emprenderá contra el peligroso Le Chiffre (el actor danés Mads Mikkelsen, acaso el personaje más típicamente bondiano de la película) en un juego de póquer en un lujoso casino de Montenegro. ¿Qué hay en juego? ¡150 millones de dólares!

Pero para llegar allí, Bond deberá perseguir a las corridas a un hombre en Africa, tratar de evitar que explote un avión en el aeropuerto de Miami y enamorar a la esposa de otro traficante. Todas cosas que hará a la perfección, pero sin el diseño glamoroso de anteriores filmes. Más realistas y humanas, las hazañas de Bond bordearán, claro, lo imposible, pero se manejarán en el terreno de la persecución, la pelea cuerpo a cuerpo y los disparos. Nada de caer parado arriba de un avión o hacer volar lanchas por encima de puentes colgantes.

Lo que diferencia y eleva a este Bond hasta convertirla en la mejor película de la serie desde los tiempos de Sean Connery, es la aparición de Craig, el mejor actor en encarnar a Bond en toda su historia. Craig es un Bond oscuro y perturbado, violento, que exhibe una complejidad emocional que jamás supieron transmitir los anteriores. Mucho de eso tiene que ver con la relación que entabla con Vesper Lynd (Eva Green), la mujer que colabora con él en el juego de póquer (lo financia y se hace pasar por su esposa) y con la que establece una relación juguetona y pícara desde lo verbal pero más seria, finalmente, desde lo personal.

Este pre-Bond no usará muchas de las frases que «luego» lo harán famoso, no le importará cómo le sirven el vodka martini, se sentirá incómodo la primera vez que se ponga un esmóquin a medida y sólo usará una vez, sobre el final, el característico Bond, James Bond. También la película se burlará de ciertos códigos del pasado, como cuando 007 le dice a Vesper que su nombre falso es Ampliobusto (típicos nombres usados por Chicas Bond) o mediante la ausencia de tecnologías de ridícula complejidad.

Un Bond, literalmente, para los tiempos que corren, con un actor que puede hacer todo lo que hicieron los demás y mejor. Y, encima, lograr que los espectadores vuelvan a creer en un personaje que ya le había dado varias vueltas a la parodia. No son pocos los méritos de esta impecable e implacable Casino Royale.