NUEVA YORK – Como conferenciante de temas motivadores y entrenadora de ejecutivos, Caroline Adams Miller conoce bastante bien el uso de ejercicios mentales para conseguir objetivos. Pero el año pasado, un ejercicio que le pidieron probar la tomó por sorpresa.
Todas las noches debía pensar en tres hechos positivos que le hubiesen sucedido ese día y analizar por qué habían ocurrido. Supuestamente ese ejercicio debía aumentar su sensación general de felicidad.
«Pensé que era demasiado simple como para ser efectivo», afirmó Miller, residente en Bethesda, Maryland. «Estudié en Harvard. Estoy acostumbrada a las complejidades».
A Miller le asignaron esa prueba como tarea en un programa de estudios para una licenciatura. Y se sorprendió por los resultados. «La calidad de mis sueños cambió, nunca tengo problemas para dormirme y me siento más feliz», afirmó.
Los resultados pueden variar, tal como dicen en los avisos sobre procedimientos para bajar de peso. Pero ese ejercicio es uno de varios que han demostrado ser promisorios en una investigación reciente acerca de cómo ser más feliz: no solamente un día o dos, sino a largo plazo.
No escasean los consejos para ser más feliz, como lo demuestra la visita a cualquier librería. Por cierto, Martin Seligman, de la Universidad de Pensilvania, y sus colegas han recolectado más de cien recomendaciones específicas.
El problema es que la mayoría de los libros en venta no están basados en investigaciones rigurosas, afirma Sonja Lyubomirsky, sicóloga en la Universidad de California en Riverside, que está conduciendo ese tipo de estudios.
Afirma que ha habido muy pocas investigaciones serias sobre cómo ser más feliz. Dijo que el motivo es que muchos investigadores lo consideran inútil.
Durante décadas, una posición ampliamente aceptada ha sido que cada organismo tiene una manera propia de sentir la felicidad. Sostiene que los efectos de episodios positivos o negativos en la vida como un matrimonio, un aumento, un divorcio o una discapacidad se esfuman con el tiempo.
Nos adaptamos a ellos al igual que cuando dejamos de advertir un mal olor debajo de un sillón después de algún tiempo, supone esta teoría. Por eso esta adaptación parecería condenar todo intento deliberado por mejorar la sensación básica de felicidad.
Como dijeron dos investigadores en 1996, «puede que tratar de ser más feliz sea tan inútil como querer ser más alto».
Pero recientes estudios a largo plazo han revelado que el termómetro de la felicidad es más maleable que lo que se suponía, al menos en su forma más extrema.
Un nuevo estudio sobre cambios en los niveles de felicidad observó a miles de alemanes durante 17 años. Halló que una cuarta parte cambió significativamente en ese período su nivel básico de satisfacción con la vida. Casi una décima parte de los participantes cambió en 3 puntos o más en una escala de 10 puntos.
Otros estudios muestran un efecto de episodios específicos de vida, aunque los resultados son promedios y no pueden pronosticar lo que ocurrirá a individuos particulares. Los resultados demuestran sombras duraderas vinculadas con episodios como discapacidad seria, divorcio, viudez y despido.
El entusiasmo del casamiento, por otra parte, parece disiparse después de unos dos años, dijo el sicólogo Richard Lucas de la Universidad Estatal de Michigan.
¿Y el gozo de tener hijos? Los padres recuerdan esos años con cariño, pero los estudios demuestran que la crianza de los niños repercute en la satisfacción marital, observó el sicólogo de Harvard Daniel Gibert en su reciente libro «El escollo de la felicidad». Los padres tienen más satisfacción cuando sus hijos se van de la casa, dijo, «pese a lo que leemos en la prensa popular».
Gilbert dice que la gente no sabe pronosticar lo que la hará feliz. Pero Lucas agregó que «la mayoría de la gente está feliz la mayor parte del tiempo»; la mayoría de las personas con estado de salud e ingresos razonables probablemente promediará 7,5 en una escala de felicidad de 0 a 10, afirmó.
De todos modos, mucha gente desea ser más feliz. ¿Qué puede hacer? Es allí donde entran a tallar las investigaciones de Lyubomirsky, Seligman y otros.
El ejercicio de pensar en tres cosas positivas que Miller halló al principio tan simplista está entre los puestos a prueba por el grupo de Seligman en la Universidad de Pensilvania.
La gente sigue haciéndolo de por sí debido a que produce satisfacción instantánea, dijo Acacia Parks, una colega de Seligman. Hace que la gente se concentre más en los episodios positivos que de otro modo podrían pasar al olvido debido a las frustraciones diarias, agregó.
Miller asegura que el ejercicio le ha hecho advertir más hechos positivos en su vida cotidiana, y que ahora enumera rutinariamente de 10 a 20 en vez de limitarse a tres.
Un segundo método que parece promisorio en el grupo de Seligman hace que la gente descubra sus puntos fuertes mediante un cuestionario especializado y que elija los tres más salientes. Luego, diariamente durante una semana, debe aplicar uno o más de ellos de un nuevo modo.
Esos puntos fuertes incluyen factores como la capacidad para reconocer el humor o para entusiasmarse, la apreciación de la belleza, la curiosidad y el amor por el aprendizaje. La idea del ejercicio es que usar una de esas características puede ser un modo positivo de desarrollar actividades satisfactorias.
Esos dos ejercicios se contaron entre cinco puestos a prueba en más de 500 personas que visitaron una página en la internet llamada «Auténtica felicidad». Seligman y sus colegas informaron el año pasado que los dos ejercicios incrementaron la felicidad y redujeron síntomas depresivos en el semestre en que los investigadores observaron a los participantes. El efecto fue superior en la gente que practicó los ejercicios con frecuencia.
Otro método a estudio es hacer que la gente se esfuerce en disfrutar los hechos placenteros cotidianos como una ducha caliente o un buen desayuno, dijo Parks. Y otro promisorio es que la gente escriba aquello por lo cual quisiera ser recordada, para ayudarles a encauzar sus actividades diarias en lo que realmente les interesa, agregó.
En un experimento, por ejemplo, a los participantes se les pidió que practicasen regularmente actos de amabilidad, como abrir la puerta a un desconocido o lavar los platos de una compañera de habitación durante diez semanas. La idea era mejorar imagen de sí y promover acciones positivas con otros.
Otros métodos que parece prometedores incluyen pensar en el día más feliz de la vida una y otra vez, sin analizarlo, o escribir cómo estará uno de aquí a diez años, suponiendo que todo salga bien.
Ed Diener, de la Universidad de Illinois, dijo que la felicidad probablemente implica trabajo y esfuerzo.
«La felicidad es el proceso y no el término», dijo por correo electrónico. «Muchos de nosotros pensamos que cuando todo salga bien y cuando obtengamos determinados objetivos y circunstancias todo estará en su lugar y seremos felices. Pero una vez que llegamos allí, todavía necesitamos nuevas metas y actividades. La princesa no puede detenerse una vez que consigue al príncipe».