De eso no se habla

A continuación, se ofrece un anticipo de English Breakfast, (Biblos), que reúne una serie de entrevistas realizadas por la autora a destacadas personalidades británicas de la actualidad

«¿En serio tu primer capítulo va a ser sobre el sexo y los ingleses? Bueno, aunque sea lo vas a terminar rápido.» Invariablemente, mis amigos británicos a quienes comentaba cómo estaba organizando este libro, respondían con una sonrisa y esas palabras (otra variante era: «Qué vas a poner, ¿todas páginas en blanco?» ).

Cuando les contaba, además, que mis entrevistados eran específicamente los intelectuales británicos, la sonrisa se convertía en carcajada. Y entonces venían los cuentos de algún querido profesor ligeramente tartamudo que siempre prefería la «nice cup of tea» (tacita de buen té) y un libro a la exuberante secretaria que le mostraba el escote para delicias de los alumnos. Y la referencia a How to be an alien («Cómo ser un extranjero»), el célebre libro de observaciones sobre la sociedad británica del escritor húngaro George Mikes, que dejó vacío el capítulo sobre el sexo, salvo por el comentario «Los europeos continentales tienen vida sexual; los ingleses tienen bolsas de agua caliente».

Y sin embargo, al tratar de ordenar las entrevistas a intelectuales británicos para este libro, buscando temas en común que surgieran de sus respuestas, me llamó la atención una cantidad considerable de referencias al sexo, aun cuando el motivo oficial de la charla con el escritor, académico o científico fuese radicalmente distinto. En general, abordando el asunto con humor, e insistiendo, los entrevistados, en lo malos que son los ingleses en el tema (no específicamente entre las sábanas, sino en el galanteo -o falta de- previo), se muestran como opuestos a los sinuosos franceses y se refieren una y otra vez a D.H. Lawrence en El amante de Lady Chatterley .

Estos son algunos ejemplos:

Julian Barnes

«Los problemas de escribir sobre sexo son muchos: problemas de imaginación, de vergüenza (¿y si alguien piensa que estoy escribiendo sobre mí mismo?), de hacerlo demasiado maravilloso o demasiado horrible (por lo cual es más fácil escribir una escena cómica de sexo que una real, o trágica) y también usar la escena de sexo para que signifique algo más en términos de la narración (por ejemplo, que sirva para pintar el desarrollo de algún protagonista, o hacer avanzar el argumento).

Los franceses han sido tradicionalmente mejores al escribir sobre sexo; Guy de Maupassant y Colette pueden ser los ejemplos para los cuales es difícil encontrar equivalentes. En cuanto a los británicos, han sido -primero por la ley, y después por el temperamento británico, tan reservado- bastante malos al escribir sobre sexo en general. El primero que lo intentó seriamente en el siglo XX fue D.H. Lawrence, y sus descripciones del acto sexual dan impresión por lo malas que son al leerlas. Hoy no se me ocurre quién puede ser el mejor escritor de sexo en la actualidad. ¿Yo?»

David Lodge

» El problema de escribir sobre sexo, sea de manera seria o cómica, es encontrar formas nuevas y frescas de poner en palabras algo que ya fue descrito miles de veces y que, como experiencia, no es verbal. Para la celebración seria y lírica del amor sexual, D.H. Lawrence reina supremo entre los escritores ingleses, pero creo que hay una larga tradición en la ficción británica de tratar al comportamiento sexual con humor (que arranca en el siglo XVIII con Fielding, Sterne, Smollett, y continúa con Kingsley Amis y Martin Amis en el siglo XX) y yo pertenezco a esa tradición. Si como escritor uno aborda el sexo sin humor, especialmente los actos sexuales, siempre se corre el riesgo de parecer pomposo o pretencioso o pornográfico.

En lo personal, cubrí la revolución sexual como un corresponsal de guerra y no como un combatiente porque soy de temperamento monógamo por naturaleza, y he sido afortunado en disfrutar de un matrimonio largo y feliz, pero no puedo evitar que me fascine la vida sexual más aventurera de otras personas y los problemas que a menudo les causa».