ALERTA MUNDIAL POR EL CAMBIO CLIMATICO GLOBAL. CUANDO CALIENTA EL SOL
Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en febrero 3, 2007
La cumbre mundial de científicos en París hizo público ayer su informe sobre el calentamiento global, el más serio hasta el momento. El documento advierte que la temperatura subirá entre 1,8 y 4 grados en cien años. Y que el nivel de los océanos podría aumentar hasta 59 centímetros. Advertencia sobre graves trastornos meteorológicos.
Sin una revolución de sus comportamientos, el hombre está perdido. Esa, en resumen, es la filosofía del informe presentado ayer en París por los científicos miembros del IPCC, Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático. Las conclusiones elaboradas por los científicos presentan un futuro marcado por un considerable aumento de temperaturas y sus consiguientes consecuencias. Las emisiones de dióxido de carbono y las de otros gases acarrearán el incremento de la temperatura de la Tierra y una peligrosa serie negra de trastornos meteorológicos como frecuentes olas de calor, huracanes, sequías y un fenómeno nuevo: el exiliado climático.
Los expertos confirmaron en el texto final las indicaciones que habían trascendido a lo largo de la semana. En primer lugar, no quedan dudas de que el aumento de la temperatura que se registró en el planeta desde mediados del siglo XX es “muy probablemente” una consecuencia de la acumulación de los gases que provocan el efecto invernadero emitidos por el hombre. Los miembros del IPCC elevaron incluso la responsabilidad del hombre en los desastres actuales: hay un 90 por ciento de certeza de que el hombre sea causa de los trastornos climáticos actuales. En el anterior informe, elaborado en 2001, esa tasa de responsabilidad llegaba a 61 por ciento. En lo concreto, es “extremadamente improbable” que los cambios ocurridos en los últimos 50 años se deban a causas naturales. Y lo que vale para el pasado también se aplica al futuro. Las emisiones “pasadas y futuras de dióxido de carbono seguirán contribuyendo al calentamiento y a la elevación del nivel del mar durante más de un milenio”, alerta el informe, que explica además esa permanencia por la extensa “vida” que los gases tienen en la atmósfera.
En segundo lugar, el documento indica que, desde 1850, los últimos once años han sido los más calientes. Las comparaciones aportadas por los científicos son elocuentes: a finales del siglo XXI, las temperaturas podrían incrementarse en un abanico que va de 1,8 a 4 grados en relación con el período 1980-1999. Sin embargo, esta previsión es considerada como optimista, ya que otros científicos evocan temperaturas superiores, del orden de 6,4 grados. En tercer lugar, el calentamiento del planeta tiene un impacto que se expande como una onda sin fin. Por ejemplo, el documento observa que el calentamiento del planeta disminuye la capacidad de absorción del dióxido de carbono (CO2) que está en la tierra y en los océanos y ello aumenta las emisiones humanas que se quedan estancadas en la atmósfera. Y lo que ocurre en la superficie también se traslada a la profundidad. Las observaciones realizadas desde 1961 prueban que la temperatura del océano aumentó hasta en profundidades de 3000 metros.
Asimismo, se constató que el océano absorbe más del 80 por ciento del calor incorporado al sistema climático. Consecuencia directa de estos trastornos y en comparación con el período 1980-1999, el nivel del océano podría subir de 18 a 59 centímetros de aquí a finales de siglo. Peor aún, el informe advierte que con recalentamiento de 1,9 a 4,6 grados Celsius con respecto a las temperaturas constatadas en la era pre-industrial conduciría a la desaparición completa del hielo en Groenlandia, lo cual acarrearía un aumento del nivel del mar de siete metros. Las estimaciones más pesimistas evocan incluso la desaparición del hielo en el Artico durante la segunda mitad del presente siglo. El informe hecho público en París pone un sello de legitimidad a lo que cada ciudadano de la tierra constata cada día: las temperaturas extremas han cambiado. Las noches frías o heladas son menos frecuentes que los días calurosos y las noches “horno”.
El experto francés Jean Jouzel recalcó que “todo lo que nos rodea, los océanos o la disminución de la nieve, dan testimonio de este fenómeno”. La científica argentina Matilde Rusticucci, miembro del IPCC y una de las autoras del informe, señaló la pertinencia del informe, cuyo contenido se ha visto revalorizado por las numerosas contribuciones y estudios que sustentan su base. Rusticucci indicó que “el cambio climático no se puede negar, es algo que ocurre y que seguirá ocurriendo. Sabemos además que esos cambios son producidos por las actividades humanas”. La doctora ratificó también que las transformaciones actuales son también inéditas “en los últimos 650 mil años”. Las partes de dióxido de carbono llegan hoy a 380 partes por millón cuando antes se situaban en niveles de 180 a 300. Lo mismo se comprueba con el metano: 715 partes por millón en la era pre industrial contra las 1730 partes de estos tiempos.
Los cambios en el clima crearán una nueva categoría de víctimas, los llamados “refugiados climáticos”, es decir, las personas que estarán obligadas a abandonar sus casas y territorios. Según proyectan los expertos, el número de refugiados climáticos podría ser superior al de los refugiados que dejan las guerras. Se calculan que unos 200 millones de personas deberán cambiar sus puntos de residencia debido al aumento previsto de 40 centímetros en el nivel de los océanos.
La comunidad internacional viene haciendo reiterados llamados desde hace décadas para frenar la contaminación ambiental, pero los oídos sordos han sido más numerosos que los sensibles. Prueba de ello y en cifras globales, en un lapso de cinco años las emisiones de CO2 pasaron de 6400 millones de toneladas a 7200 millones. Muchos especialistas presentes en París apuestan ahora por la carta del IPCC. Este organismo creado en 1988 por la ONU y la Organización Meteorológica Mundial con la misión de mediar entre los investigadores y los gobernantes es la entidad más respetada en materia de medio ambiente. Con el texto divulgado en la capital francesa, los expertos anhelan que la comunidad internacional dé una respuesta clara para que se suban los criterios del protocolo de Kyoto, cuyo propósito es, justamente, reducir las emisiones de dióxido de carbono. Cabe resaltar, no obstante, que este protocolo no fue ratificado por la primera potencia contaminadora del mundo, Estados Unidos, aunque ayer el presidente George Bush salió a elogiar el informe.
Entre la galería de peligros naturales a los que estamos expuestos, el IPCC incluye temperaturas elevadas, olas de calor y lluvias poderosas que se manifestarán con más frecuencia. Ciclones tropicales, tifones y huracanes serán así más intensos.
Este panorama de promesas devastadoras llevó al presidente francés, Jacques Chirac, a pedir una revolución económica y política para enfrentar desafíos del cambio climático. Al inaugurar una conferencia internacional paralela a la reunión de los científicos, Ciudadanos de la Tierra, el jefe del Estado advirtió: “El día en que el clima cambiará y escapará a todo control está cerca. Estamos al límite de lo irreversible”. La cumbre Ciudadanos de la Tierra cuenta con la participación de 60 países y está destinada a impulsar la creación de una suerte de Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Chirac, aprovechando los efectos del informe del IPCC, agregó: “Frente a esta urgencia, no hay tiempo para medidas tibias. Es hora de una revolución de nuestras conciencias, de nuestra economía y de nuestra acción política”. Desde luego, el proyecto impulsado por el mandatario francés, apoyado por Europa, no cuenta con la aprobación de los grandes países contaminantes como Estados Unidos, China y países en vías de desarrollo como Brasil o India. Sylvie Joussaume, climatóloga francesa y miembro del IPCC, ofrece una síntesis sin retorno sobre los estragos sufridos por el planeta: “Incluso si se detuvieran hoy las emisiones de gas carbónico harían falta más de mil años para volver a los valores de la época pre industrial”.
De qué se habla cuando se habla de cambio climático
Hace diez años era una conjetura. Nada más. Hoy, en cambio, además de acaparar hora a hora, día a día, mayor respaldo empírico, se convirtió tanto en una experiencia palpable y cotidiana como en una de las expresiones más repetidas y divulgadas con una carga potente de inevitabilidad. Lejos de ser una moda o una tendencia pasajera, el cambio climático se acomoda para volverse un rasgo inherente de la tercera roca desde el Sol como su velocidad de rotación (1690 km por hora), su diámetro (12756 km) y su inclinación (23,45º).
El siglo XX vio nacer la bomba atómica, los virus letales (y manipulados), las computadoras superinteligentes, los aceleradores de partículas, la inteligencia artificial, los animales clonados y los viajes espaciales. Y también la domesticación –limitada pero elocuente– de la energía, que provocó un inusitado estado de dependencia y sumisión extrema que se advierte cada vez que salta la térmica o se produce un gran apagón y arrecia un sentimiento incontrolable de vuelta a un estado primitivo, de desamparo y desolación. El ser humano está tan acostumbrado a vivir en un mundo energético –con gasolina para el auto, electricidad para el televisor, la computadora y la heladera, megachimeneas para sus empresas– que disminuir su consumo siempre suena como alerta. Pero a la par de los beneficios, la tecnología –que se mostró siempre como “tecnología liberadora”, capaz de salvar millones de vidas y mejorado el bienestar de muchas más– conlleva una condena: un daño colateral en el mismo (y único) hábitat del que se dispone.
Por primera vez en la historia del planeta, el ser humano trepó al rango de amenaza para sí mismo como para el resto de las especies con las que cohabita la Tierra. La amenaza ya no viene desde afuera (el embate de un asteroide o cruzarse con algún cometa) sino de adentro, de la misma alteración de los ritmos cíclicos de la naturaleza que se sucedieron durante eones. El ser humano metió mano en el reloj climático y ahora sufre las consecuencias.
Cada época tiene sus miedos, sus forjadores de Apocalipsis: las invasiones bárbaras, la peste negra, el armaggedon termonuclear, el desvarío genético, Y2K. Sin embargo, tal vez ninguno alcance el estatus del cambio climático, por su persistencia e impacto global.
En realidad, cambio climático siempre hubo, como extinciones de especies, con idas y vueltas de eras de hielo a lo largo de los 3800 millones de años de existencia de la vida en la Tierra. La evidencia lo demuestra: desde el hallazgo de huesos de ballenas en los desiertos africanos, los asentamientos agrícolas en Groenlandia, los rastros de viñedos en Inglaterra, los registros de capas de hielo sobre el Támesis, de las épocas en que los hielos polares llegaban casi al Ecuador y las selvas ecuatoriales se extendían casi hasta los polos. La diferencia con lo que está ocurriendo actualmente estriba en que el ser humano –“un recién llegado”, como lo tildaba Carl Sagan, en relación con los demás organismos– lo ha acelerado tremendamente, a un ritmo tan veloz que difícilmente sean pocas las especies que logren adaptarse a las nuevas temperaturas, ciclos hídricos, nivel del mar y desplazamientos de las zonas frías y las zonas calientes y las caprichosas y nuevas corrientes marinas. Además de la quema de carbón, petróleo y gas natural (que producen la liberación de gases invernadero), esta aceleración se produce por el cambio en el uso de la tierra, la desertificación, la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad.
La discusión –de si el hombre es el culpable o si son meros caprichos naturales– no se encendió ni con los neoconservadores norteamericanos ni los ambientalistas escépticos ni con la administración Bush; se remonta, en cambio, a más de 200 años atrás, en pleno albor de la revolución industrial.
Además del derretimiento de los glaciares, los Katrina, los inviernos primaverescos en Moscú, el granizo porteño inclemente, la marca más notable de tanto ajetreo climatológico tal vez sea el agujero de la capa de ozono una advertencia escrita en el cielo de la que la mayoría de la gente se acuerda cuando se despereza panza arriba en la playa. Lo siguen en el ranking de impopularidad la corriente de El Niño (y la Niña), los megahuracanes y lluvia ácida (fenómeno detectado por primera vez en la década de 1850 en Manchester, uno de los principales centros de la industrialización británica).
La inevitabilidad del cambio climático es tal que hasta las palabras lo sufren: en la jerga de las ciencias de la atmósfera ya no se habla de “solución” sino de “mitigación” y “adaptabilidad” a un mundo más caliente, en un revival y deformación del siempre presente slogan darwiniano: “adáptate o muere”.
edson adrian said
quiero ser un apoyo mas pra prevenir el calentamiento mundial de la tierra