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Cecilia Rossetto: «Es muy dura la distancia»

Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en enero 15, 2008

Un día, un optimista le dijo a Cecilia Rossetto que no debía penar por la distancia, sino alegrarse de tener dos lugares en el mundo entrañables, como Buenos Aires y Barcelona. Y fue un alivio, porque ella sólo sabía sobre aquello de vivir con el corazón partido. Diesciseis años después de cruzar el Atlántico en ambas direcciones, la actriz se prepara para instalarse un tiempo en la Argentina. ¿El culpable? Claudio Segovia, que la llamó para formar parte del elenco de Los 100 años del Maipo , que se estrenará a mediados de año para celebrar semejante aniversario de la sala.

En su departamento de Caballito -donde estuvo de paso por unos días-, la Rossetto cuenta cómo se prepara para la vuelta, cómo viven ella y su hija, Lucía, en España y qué hizo en su paso por la gestión pública, donde trabajó tres años como representante especial para asuntos culturales internacionales
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¿Cómo te preparás para esta vuelta?

Estoy muy contenta por muchas razones. Por un lado, tengo una relación de años con Claudio Segovia. Es más: estuve en su imaginario en los inicios de Tango Argentino pero quedé embarazada de Lucía y no pudo ser. Este proyecto, en cambio, me lo había propuesto hace como un año y medio, pero yo le dije que tenía que esperar a terminar con la gestión que me encomendó el presidente. Por otra parte, por una cuestión artística no debo dejar pasar más tiempo para volver porque hace tres años que no canto.

¿Extrañabas?

¡Mucho! Al principio pensé que iba a poder hacer las dos cosas en paralelo pero esta gestión fue muy potente y le dediqué un mínimo de 12 horas diarias. Ahora me gustaría aprovechar, además, esos conciertos que me ofrecen en París y en Alemania.

En el escenario te vas a reencontrar con Antonio Gasalla…

¡Claro! Y eso, por supuesto, fue uno de los grandes incentivos. Con Gasalla trabajamos juntos en el ’75. Y salvo en Esperando la Carroza y algún que otro programa de televisión, no nos hemos reencontrado más.

¿Qué vas a hacer en el espectáculo?

La verdad es que no lo sé, todavía, para eso nos reuniremos en marzo. Por supuesto, sé que haré algunos temas pero habrá muchísimos artistas en escena, así que entiendo que lo mío será un a participación y me hace muy felíz. Yo siempre admiré mucho a Segovia. Conociendo su talento, da igual, todo es un regalo. Por otra parte, tendré la posibilidad de que mis padres estén en la platea, les hace mucha ilusión. Y está bien, ya toca.

¿Qué otras cosas extrañabas?

Los afectos, sobre todo. Este año que pasó perdí mucha gente querida, como el Negro Fontanarrossa -se le quiebra la voz y lagrimea- y no me pude despedir. Es muy dura la distancia.

Cecilia se instaló por primera vez en España en 1991. Había pasado muchos años haciendo giras por América y el CELCIT la había contratado en Venezuela. «Luis Molina, uno de sus fundadores, dirigía además el Festival Iberioamericano de Cádiz y me propuso ir a España con Il Concerto. Yo no tenía confianza porque una vez una productora argentina en España me dijo que allá lo mío no interesaba», recuerda la Rossetto. Y sigue: «Entonces fui por cuatro funciones y me dieron el premio del público, junto a la Comedia Nacional Uruguaya. Allí iban muchos programadores y productores y todos me pedían Il Concerto. Yo todavía no me daba mucha cuenta de lo que significaba. Hasta que un productor catalán me ofreció exclusividad. La verdad es que por mucho tiempo tuve culpa por mi hija, a quien llevaba de acá para allá. Pero después me hicieron dar cuenta de que le di el mundo. Hace rato que vivimos en el Rabal y nos reímos cuando recordamos nuestros primeros tiempos allá».

¿Dónde está Lucía?

Se quedó en Barcelona. Ella estudia allá Filología inglesa y está a un año de recibirse en la Universidad de Barcelona. (Piensa) Lucía es muy estudiosa, muy dedicada. Intentamos volver cuando ella entró en el Nacional Buenos Aires, al tiempo que yo hacía acá Bola de nieve. Pero a partir de la caída económica del país, me fui (Vazquez Montalbán me envió pasaje). Fueron días muy difíciles. No había tomado la decisión sino que fue por necesidad. Fue duro irme de acá. Me lo dijeron: esto es corazón partido para siempre. Esto no se arregla más, andá haciéndote a la idea: cuando estés aquí vas a extrañar, y cuando estés allá, vas a morir de nostalgia por Barcelona. Y en eso estoy.

¿Cómo fue que te convertiste en representante especial para asuntos culturales internacionales?

Yo estaba instalada en Barcelona, estaba haciendo La Opera de dos centavos, con Calixto Vieyto, con cuarenta personas en escena y con lo que se inaguró el Grec de 2002. Un día vine acá. Yo estaba haciendo algunas colaboraciones con Pascual Maragal, que fue el presidente de Catalunya hasta este año. Trabajos en su campaña, en relevamientos. El es el hacedor de la Barcelona olimpica, a mi me enorgullece mucho. De algún modo me empecé a involucrar en la política de allí. (se ríe) Me gusta, evidentemente. Las familias somos amigas. Supongo que por ese conocimiento de las instituciones catalanas, sin saber que iba a hacer esto, encontrarme con todo tipo de autoridades estaba en mi agenda cotidiana, pero de puro curiosa que soy.

Y eso llegó a oídos de Néstor Kirchner, ¿no?

Parece que sí. Un día me llamó Kirchner, a quien no conocía, y me emocionó mucho. Catalunya, desde toda su estructura de país, me adoptó y siempre me sentí muy contenida. Y aquí me pasaba todo lo contrario. Había algunos elementos objetivos para que esto sucediera, pero prefiero pensar que uno puede modificar las cosas. En aquél momento no lo pensé, quizá no le puse onda, pero siempre terminaba afuera. Digo, realmente tuve una vida y unos inicios muy privilegiados como artista. Antes de egresar del Conservatorio de Arte Dramático ya estaba en el elenco del Teatro San Martín, en la sala Casacuberta. Me sentía muy querida, muy deseada, me ofrecían de todo. De verdad, tenía el mundo en mis manos. Y bueno, le tocó a mi generación lo que le tenía que tocar y… no quiero quedarme en pensar que solamente fue de afuera. Yo lo único que atiné ante las dificultades que se me presentaron luego, fue irme. La cuestión es que me sentía más cobijada cuando partía. Pero esta vez, me dieron un espacio. Y le importó a mi hija, a mis padres, y yo puse todo lo mejor de mí.

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