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Un homenaje a la memoria. Ángel González

Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en enero 19, 2008

PARA las memorias de Ángel González hay un libro, del que no me canso de decir que es de los mejores libros de memorias que se han publicado en España en los últimos años, titulado ‘Para parar las aguas del olvido’, de Paco Ignacio Taibo I». Lo dijo hace un tiempo el poeta Luis García Montero y lo corroboran muchos de quienes han podido echar un ojo a sus páginas. Sin embargo, hoy en día es casi imposible encontrar en las librerías la obra a la que aludía el poeta granadino. Su propio autor dice que después de las palabras de García Montero «hubiera sido razonable que mi novela se hubiera vuelto a editar, pero no ha sido así».

‘Para parar las aguas del olvido’ supone, además de un documento impagable para quienes quieran saber cómo transcurrió la infancia del autor de ‘Palabra sobre palabra’ o ‘Deixis en fantasma’, una obra imprescindible para analizar la vida cotidiana en plena guerra civil, ésa de la que tan bien hablaron Fernán-Gómez en ‘Las bicicletas son para el verano’ o Arturo Barea en ‘La forja de un rebelde’, y en los años inmediatamente posteriores, aquellos que conformaron la etapa más cerril de la larga dictadura franquista. El libro se editó por vez primera en Gijón, en la tan querida entonces como añorada ahora editorial Júcar, en 1982. Unos años más tarde, el mítico editor Carlos Barral decidió volver a sacarla en la colección que él denominó Biblioteca Personal. Después, un silencio inmerecido se cernió sobre la obra, por más que se tratase, según dijo su autor en la presentación celebrada en 1982 en Oviedo, de un libro escrito «para parar las aguas del olvido y para que no vuelvan a inundarnos aquellas otras aguas de terror y de las fórmulas cerradas y vengativas».

Un terror y unas fórmulas que habían comenzado el 18 de julio de 1936. Cuando el general Franco se pronuncia en Marruecos contra el Gobierno de la II República, Paco Ignacio Taibo y su hermano Amaro son sólo dos niños sin más preocupaciones que las de encontrarse cada tarde con sus tres amigos del alma (Ángel González, Manolo Lombardero y Benigno Canal) para entregarse al juego y la lectura entre los árboles del Campo de San Francisco, último reducto de la imaginación infantil en una ciudad que pronto empieza a ser asediada por unas tropas -las republicanas- cuya llegada es largamente esperada por los cinco protagonistas y sus familias («El Campo de San Francisco limita por el norte con la esperanza de que algún día lleguen», reza una de las primeras líneas del volumen). A lo largo de cerca de 300 páginas, y a través de pequeñas estampas cuyos títulos son tan elocuentes como certeros (‘La ley prohíbe la blasfemia’, ‘Cómo muere un poeta’, ‘La detención’ ), el que fuera redactor jefe de EL COMERCIO antes de convertirse en el periodista cultural más influyente de México (en el país norteamericano, de hecho, el libro ha sido reeditado recientemente por Ediciones B) va desgranando la amarga rutina de la vida bajo las bombas y el incierto devenir de unos zagales que una vez finalizada la contienda tendrían que crecer antes de tiempo en «una ciudad sin generosidad con los vencidos ni con los hijos de los vencidos», según asevera Ángel González en el prólogo. Lombardero, su compañero de andanzas infantiles, matiza en el epílogo que «en un entorno de bullanga patriotera, de rechinar de dientes y de calamidades sin cuento, mientras a su alrededor atronaban los clarines y los tambores de los «flechas y pelayos» -y los llantos y sordos juramentos de quienes habían estado alistados en las filas de los «pioneros»-, aquellos cinco muchachos elegían por héroes y dioses a Ulises, D’Artagnan o el marqués de Bradomín».

El cine y la literatura actúan, en medio de un ambiente enloquecido y cainita, como una válvula de escape que los cinco amigos aprovecharán de continuo, pero que también les acarreará sus primeros desencantos. Especialmente conmovedoras resultan las páginas dedicas a los poetas del 27, y también aquéllas en las que se consigna la temprana devoción de González por Juan Ramón Jiménez o el viaje que sus amigos hacen a Páramo del Sil para verle durante su convalecencia allí, un periodo que sería crucial en la existencia del autor. A pesar de todas sus virtudes, que son muchas, y de su propio título es hoy un libro que el lector español sólo podrá encontrar buceando en los estantes de las librerías de segunda mano o entregándose a la navegación por las procelosas aguas de internet. De todos modos, vale la pena intentarlo, aunque sólo sea para sentir la emoción de esas palabras nacidas para homenajear a la memoria.

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