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La playa gay de Mar del Plata, un escondite entre las rocas a resguardo de las miradas indiscretas

Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en enero 24, 2008

Para turistas y marplatenses, la playa gay es como una fortaleza que se levanta pegada a Playa Chica, hacia el sur • Aunque es un lugar público, la comunidad gay ha sabido camuflar bien su punto de encuentro y descanso en la costa.

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«Sí, vamos a la playa gay. ¿Qué te hace pensar eso?» A la pregunta del periodista de Página/12, los dos hombres que van de la mano responden con forzada sorpresa y evidente picardía.

Unos metros más abajo, lejos ya de las repreguntas molestas, los dos se dan un piquito y se ríen. Escaparon al asedio de la prensa. Si es difícil acceder a los sectores más codiciados por los fans de Playa Chica, es casi imposible llegar hasta los lugares elegidos por los gays locales, hartos de las miradas extrañas y del maltrato de algunos turistas pedorros (sic) que creen tener el derecho de venir a observar, en rol de pretendidos veedores, el libre albedrío de la diversidad.

«Los gays son personas respetuosas, pulcras, buenos vecinos», reconoce Gerardo Fernández, dueño de la villa marina Bahía Playa Chica. El sector en el cual disfrutan del verano los gays y las travestis locales es público y no privado como lo fue Calú Beach, un balneario que funcionó cerca del faro de Punta Mogotes y al que iban, sobre todo, clientes extranjeros.

Para ingresar al sector de Playa Chica que los gays ganaron como territorio, hay que tener un guía experto para poder superar los grandes bloques de piedra que prácticamente han clausurado la entrada principal. Es como si hubieran tenido como cómplice al bandido del cuento de Alí Babá, ése de Las Mil y Una Noches, que hacía mover las piedras como si fueran una cortina metálica con sólo decir: «Abrete sésamo».

Precavidos, se dice que han taponado con una pared el sendero que bordea el acantilado desde donde sale la escalera que lleva a un lugar exclusivo y con privacidad, donde pueden disfrutar lejos de las miradas extrañas. Los curiosos de mente estrecha han tejido y tejen un montón de leyendas que hacen sonreír a los ocupantes del lugar secreto, cerrado con siete llaves. O no, según quien sea el que golpee la puerta.

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