A veces Disney le puede ganar a García Márquez
Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en enero 25, 2008
El amor, pero esta vez en clave ficcional. Por un lado, la magia de García Márquez y sus arrebatadas pasiones. Por el otro, un dibujito que baja al mundo real. Uno habla de la cólera como epidemia y dolor de amor. Y el otro pide ayuda a la fantasía para poder seguir. En los dos, más allá de la disparidad de su fuente y de sus resultados, el sueño y la dicha bailotean entre compases de amor y de esperanza.
«El amor en los tiempos de cólera» trastabilla en manos de Mike Newwll, un realizador que adopta el registro más convencional para contar las penurias de ese amante increíble que pasó 53 años esperando su amada. Por supuesto, la novela es la apuesta extrema de un autor que ha forzado todos los límites como parte de una artillería genial que ha dado la literatura algunas de sus mejores páginas. Pero la película no tiene su vuelo. Transita con esfuerzo y sin magia por las entretelas de ese vínculo desgarrador y tormentoso que se niega a morir entre las callejuelas de una Cartagena de Indias que pone mansamente su exotismo sin añadirle temperatura emocional a esa historia imposible que nos enseña que al fin es la vida y no la muerte la que no tiene límites. Hablada en inglés (lo que suena menos apropiado que nunca), contada con oficio pero sin poesía, «El amor…» confirma que García Márquez sigue siendo difícil para el cine y que pese a tantos nombres y tanto gasto su espíritu aún no ha podido llegar a la pantalla. Hace poco se vio una película de igual tono romántico, «Al otro lado del mundo», que también partía de un escritor consagrado. Somerset Maugham. Pero lo que allí era profundidad, sutileza y lirismo, aquí es sólo exotismo chillón, estereotipos y lugares comunes. (*** BUENA).
UNA FABULA COMPRADORA
«Encantada» en cambio es una disfrutable sorpresa. El filme de Kevin Lima empieza como un dibujito de cuento de hadas, uno más, en un bosque, pero sigue en la vida real, en otro bosque, una Nueva York de ensueño. Es la historia de un amor que no sólo cambia de lugar sino también de destinatario. Una vuelta de tuerca a los cuentos infantiles, ambientado en una metrópoli de fantasía que viene a recordarnos que los amores hacen a los tiempos, que hay que tener mucho cuidado cuando decimos «para siempre» (aquí, ni los divorcios son eternos) y que está bueno que los príncipes alguna vez pierdan. Y todo contado con buen gusto, hallazgos, ritmo sostenido, personajes simpáticos, sin endulzar demasiado la cosa ni dejar que uno y otro mundo se molesten. El filme apela al encanto, la sorpresa, la sonrisa y la música para decir que el corazón va eligiendo donde puede y no donde quiere. Y le suma un par de números musicales (el del Central Park está bien logrado) que le agregan puntos a esta propuesta inteligente, suavemente emotiva y entradora. Una película para chicos y grandes. Llevadera, delicada, bien contada, que nunca cansa y que sabe que el verdadero amor siempre merodea por la fantasía y que su estallido (en todo tiempo y lugar) tiene algo de cuento hadas y de fuegos artificiales

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