Al costado de Gustavo Cordera, estos
dos integrantes fundadores de la Bersuit no tienen la presencia mediática del líder pero son sostenes musicales de la banda. Hablan de todo: de las crisis internas, de lo complejo de la personalidad de Cordera y de la posibilidad de seguir sin él.
Por ahí anda Gustavo Cordera -sunga, mate en mano- evocando la gesta de Lanús en la Bombonera. Un par de músicos juega al metegol, alguno se da un chapuzón, otro deglute un paty, todos se preguntan si el calor les va a permitir concretar el picado planeado para la tardecita. Son los primeros días de enero y se supone que Bersuit Vergarabat se está preparando para las giras de verano, pero esto se parece más a una pandilla de vacaciones que a un grupo de rock. Bueno, tampoco es cuestión de despreciar el jardín, la pileta, el quincho y la canchita de fútbol con césped natural: comodidades que ofrece el terreno de los estudios Del Cielito en Parque Leloir, ese pedazo de la historia del rock nacional que la Bersuit compró («en patacones», juran) en 2003.
Un panorama bucólico difícil de imaginar veinte años atrás, cuando empezó todo. ¿O fue antes? Dos de los miembros fundadores, Pepe Céspedes y Juan Subirá, se conocían desde la primaria, en Barracas, y en la adolescencia formaron un grupo que incluía al actual baterista de Bersuit, Carlos Martín, y cuyo nombre, Los Prehistóricos, respondía a un estilo musical definido: «Gritos y golpes, catarsis pura». Después vendrían el encuentro con Cordera, las caóticas noches en el under, cierta popularidad, problemas internos, amagues de disolución, el toque de Gustavo Santaolalla, la masividad: llevan vendidas más de un millón y medio de copias, se cansaron de llenar el Luna Park y el año pasado se probaron en River. Un show que Cordera promocionaba con frases apocalípticas, tales como «después de ese concierto, la banda no va a ser la misma». ¿Se cumplió la profecía? Averigüémoslo. Pero basta de Cordera: por una vez, oigamos a dos de los Bersuit silenciosos.
¿Y? ¿Qué cambió después de River?
Céspedes: La vida sigue. Tal vez fue el show más importante del grupo, pero no veo cambios.
Subirá: La banda estuvo a la altura de las circunstancias, pero coincido con Pepe: no cambió nada.
Céspedes: Fue demasiada preparación para sólo dos horas y media de show. Es más interesante hacer un ciclo en un lugar más chico, como el Luna, donde podés probar cosas. Este es un solo tiro y tenés que dar en el blanco. Dimos en el blanco, pero no sé si lo volvería a hacer.
¿Y el comienzo de otra historia, la quema de pijamas, todo lo que prometía el Pelado Cordera?
Céspedes:: El venía agitando esos fantasmas porque es un agitador profesional.
Subirá: Nadie se levanta un día y cambia su forma de ser o, en el caso de una banda, su estética musical. Son fantasías personales, que pueden concretarse o no. El Pelado también hablaba de hacer un disco que no fuera «bersuitero». Nadie sabe qué quiere decir eso.
¿No se puede definir un «sonido bersuitero»?
Céspedes: Tiene un poco de todo, o un poco de nada, no sé. Mientras cante el Pelado y toquemos nosotros, va a seguir siendo Bersuit. Puede cantar Tito (Verenzuela), o Dany (Suárez), pero la voz de la banda es él, como era la de Vicentico en los Cadillacs o la del Enano en La Vela Puerca.
Subirá: Históricamente, cuando en las bandas se iba el cantante, trataban de reemplazarlo imitándolo. En nuestro caso sería difícil, porque la voz del Pelado es muy particular.
Cuando ustedes tocaron como banda de Calamaro, él dijo que veía que era posible una Bersuit sin él. ¿Es posible?
Los dos contestan al mismo tiempo. «No», dice Céspedes, casi tapado por el «sí» de Subirá. Céspedes se ríe y argumenta: «Bersuit sin el Pelado no es Bersuit, es algo parecido. Este grupo es algo que él se imaginó, que creó, y nos convocó a nosotros. Lo hicimos juntos y todos formamos parte, pero tiene su sello. Sin eso, genéticamente no funcionaría». El otro pelado de Bersuit intenta arreglar su respuesta afirmativa: «Bueno, no sé si sería Bersuit, pero como banda funcionamos. De hecho, lo hicimos con Andrés».
¿Cómo quedó la relación con Calamaro? Cordera lo acusó de ingrato y pollerudo.
Subirá: La relación es muy buena. Andrés es un tipo muy copado, divino. Eso fue a nivel Pelado-Andrés. Son estrellas, y el plumaje a ese nivel es de pavo real.
¿Y cómo es la convivencia diaria con alguien con una personalidad tan fuerte?
Subirá: Difícil, conflictiva. Nosotros también somos personas con carácter, y nos peleamos. La relación es tirante y a la vez divertida, porque tiene un gran carisma.
¿Cómo les cae cuando leen sus declaraciones en los medios?
Céspedes: Durante años yo no leí nada, porque estaba en desacuerdo con el 90% de lo que decía. Con el tiempo fue puliendo su discurso, aunque sigue siendo un tirabombas. Pero las notas son divertidas: para los periodistas el Pelado debe ser una rica comida. También hay que decir que la mayor parte de nosotros no se desvive por ir a una nota. Entonces a él le queda ese laburo.
Pepe, cuando ganaron el Gardel de Oro dijiste que ahora estaban parados de una manera distinta en la vida y la carrera. ¿Cúal es esa manera?
Céspedes: Y, pasó mucha agua bajo el puente… Nuestro sueño siempre fue tener una banda. El Pelado necesitaba un grupo y nosotros necesitábamos un frontman. Se dio la química, pero nada fue fácil. Nada es fácil en Bersuit. El primer año, el crecimiento fue muy rápido. Después empezó a haber un autoboicot y todo se complicó. Pasamos de la gloria al ocaso constantemente. Nos mantuvo unidos el amor a la música.
Subirá: Lo de Bersuit fue difícil porque, ya a partir del nombre, nunca tuvo una propuesta muy clara. No era rock chabón, ni blues… Le decían «rock humorístico», por ponerle un mote.
«O fiestera, bardera, contestataria». Es la voz de Cordera que, quizás incómodo en el rol de actor secundario, había estado presenciando el último tramo de la entrevista. «Sí», sigue Subirá, «nunca se supo bien».
En ese cóctel que es Bersuit, ¿qué aportan ustedes dos?
Subirá: En mi caso se dio mucho para el lado de la letra. Y en el de Pepe, para el de la música: tiene mucha autoridad en la dirección y orquestación del sonido de la banda. En un grupo tan numeroso que es complicado organizarse, porque hay muchas opiniones, discusiones, diferencias. Lo bueno es que hay muchos compositores, entonces siempre hay cantidad y variedad de temas.
Céspedes: Eso lo padeció Santaolalla: le dábamos como de a cien temas para que eligiera.
Subirá: Siempre tuvimos muchas ideas, pero éramos vagos para redondearlas. Con Gustavo adquirimos una manera metódica de trabajar.
¿Cómo se las arreglaron sin él en la grabación del último disco?
Subirá: Fue complicado. Su ausencia fue un golpe para todos. Personalmente me preocupó la falta de autoridad: nosotros solos, sin alguien de su estatura, empezamos a chocar más frontalmente.
El disco tiene, como siempre, muchas canciones escatológicas o con insultos. ¿No los cansa?
Céspedes: Tal vez es parte de nuestro ADN. En Desconexión sideral la letra al final dice nunca la vida es tan precisa, nadie tiene esa fija que te saca del montón… ¡y mucha gente escucha «pija»! Hasta cuando queremos hacer poesía se entiende para ese lado.
Subirá: Si te nació así, es imposible sacar la puteada de una letra. Ojo, entiendo que a la gente le choque, o diga «otra vez lo mismo».
Céspedes: Dentro de la banda asustan y generan más discusiones las letras inocentes que las puteadas. Es más: casi hay una competencia para ver quién putea mejor. Es así, es parte de nuestra identidad.