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Joaquín Sabina al desnudo

Posted by LA ARGENTINIDAD ...AL PALO en septiembre 11, 2006

Sus memorias más canallas: “Me siento culpable de haber contribuido a mi caricatura: la de un borracho putero metiéndose rayas”

 


Pese a quien pese, Joaquín Sabina se confiesa del todo en sus memorias definitivas: Sabina, en carne viva. Yo también sé jugarme la boca (Ediciones B), que se publicará el próximo 4 de septiembre. “Me siento culpable de haber contribuido a mi caricatura: la de un borrachín putero metiéndose rayas”. Un libro lleno de inteligencia que sorprenderá a propios y a extraños, escrito por el propio cantante y el periodista Javier Menéndez Flores, su biógrafo. El artista jienense desvela anécdotas inéditas de su azarosa vida y aborda, sin omitir detalle, cuestiones peliagudas como el alcohol, las drogas y la prostitución. Habla también de política, de amor, de su familia, de sus enemigos… y lo hace con el ingenio, sabiduría y mordacidad que le caracterizan. En interviú, todas las semanas regala a los lectores poemas magistrales dedicados a personajes que admira o detesta. Sin pelos en la lengua, como siempre, y ahora más que nunca, en estas memorias.
Drogas, sexo y el `Marichalazo´
El 24 de agosto de 2001, Sabina sufrió un ictus cerebral que le retiró de los escenarios. De la cocaína, dice, se había separado hacía cuatro meses. Él ha bautizado a ese momento como el Marichalazo, porque Jaime de Marichalar lo sufrió también un poco antes. Recuperado rápidamente, el cantante recuerda que “el día que imaginé un futuro en silla de ruedas, me pareció que la vida así no era digna de ser vivida. Yo nunca he negado que me metiera rayas a diario –afirma–. Tal vez soy más borracho que adicto a la cocaína. De hecho, he podido dejar las drogas sin grandes conflictos”.

Las magdalenas (prostitutas) forman parte de la aureola de golfo de Sabina, que él mismo se encargó de modelar y difundir. Siempre reconoció que frecuentaba prostíbulos y alternaba con odaliscas, y que aquél le parecía un oficio infinitamente más decente que otros infinitamente más indecentes, como el de los políticos o los médicos inoperantes o avocacionales. “Aún me sorprende que no haya aparecido una de éstas (prostitutas) en un programa del corazón, porque, carajo, hay miles. Siempre las he querido, siempre las he respetado, siempre les he pagado el doble de lo que pedían y la inmensa mayoría de las veces no me las he tirado. No por respeto, sino porque yo sé que tampoco son tan vocacionales”.

La mili: una boda para seguir viviendo
En 1977, cumpliendo el servicio militar obligatorio en Palma de Mallorca, Joaquín Martínez Sabina (Úbeda, Jaén, 1949) se casó por primera vez. “Lo más reseñable de mi servicio militar es que me casé por una causa noble: poder dormir fuera del cuartel. A los cuatro o cinco días ella tuvo que irse a Madrid, y a la semana volvió a Palma. Volvió de improviso y ¿sabes lo que pasó? Pues que me encontró en la cama con una amiga íntima de ambos del mismo ‘squatter’ (casa de okupas) de Londres en el que nos habíamos conocido todos. Era una amiga tan íntima que había compartido casa conmigo durante dos años y jamás habíamos echado un polvo, pero ese día, ya ves, nos pilló en la cama. Tengo que decir en honor a Lucía (su ex esposa) –a quien le deseo lo mejor, porque hace años que nadie sabe dónde está– que entró en la habitación, que era su habitación, nos miró, salió, debió de pegar unos puñetazos contra la pared, debió de pensarlo bien, porque nos quería mucho a los dos, y volvió, lo cuento con muchísimo orgullo, con una bandeja con el desayuno”. Explica el cantante que no sacó nada bueno de la mili: “Había clases para analfabetos y me apunté para enseñar a leer y a escribir a esa gente. Bueno, pues fui sólo dos días. Al tercero me paró un cabo: les había llegado un informe mío, de exiliado político, y esos hijos de puta no me dejaron darles clase a los pobres analfabetos”.

Política: ni dios ni patria ni rey. Ácrata y rojo
En 1968, estudiando en la Universidad de Granada, Sabina colocó un artefacto explosivo en una sucursal bancaria en protesta contra el régimen franquista. Se exilió a Londres durante siete años. Absolutamente crítico con los últimos gobiernos de Felipe González –“me parece que arruinaron y llenaron de mierda las esperanzas más nobles de la izquierda de este país”–, Sabina le concede, de momento, crédito a José Luis Rodríguez Zapatero. “Lo que yo soy es rojo. Dicho en el sentido en el que lo decían los rojos de la Guerra Civil, que no eran comunistas ni anarquistas. Eran rojos. Para mí eso viene de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Es que no quiero utilizar la palabra progresista, porque los hijos de puta de la derecha la han cubierto de mierda. Progresista, no. Rojo”.

Contradictorio a veces, Sabina se define como republicano áulico o cortesano: “A mí la monarquía no me ha hecho nada ni yo a ella, pero creo que un país se considera menor de edad si cree que necesita a unos señores puestos ahí por la herencia. Yo les diría: «Dimitid, que sois gente estupenda », y después les invitaría a unas cañas”. Y evoca la letra de una de sus canciones: “Y sin embargo un rato cada día / ya ves, me subiría / a la zarzuela, / me perdería en la Zarzuela…”.

“Me gustaría que Fidel y yo pudiéramos vivir los años suficientes para poder cagarme en la puta madre que lo parió a condición de que todos los de alrededor no se llamen Bush”. Así es Sabina.

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