«El rock volverá a ser revolucionario»
La «Madrina del punk» actuará por primera vez en la Argentina el 3 de noviembre, en el Festival Bue. Aquí habla de cómo conoció el rock, de por qué se para del lado positivo del punk y del futuro del movimiento.

Era chica. Tendría 5 o 6 años. Recuerdo que mi madre me llevaba a catecismo, a mi clase de ‘Biblia’. Esa tarde pasamos al lado de unos muchachos que estaban escuchando una canción en un grabador chiquito. Era Little Richard; no sé si sonaba Tutti Fruti o The Girl Can’t Help It. La canción tenía tanta energía que me excité, solté la mano de mamá y corrí hasta el grabador. Y ella me gritaba: ‘¡Patti Lee! ¡Vení acá, vení acá!’ Pero la música me entusiasmaba tanto que mi madre tuvo que arrastrarme del brazo para que fuera a ‘Biblia’. Fue un momento muy simbólico de mi vida, ¿no?». La voz telefónica —que uno conocía más por un crescendo de declamación/gorjeo/grito que por esta verborragia susurrada— hace una pausa y concluye: «Ese día fue una iluminación: el día que descubrí el rock & roll».
Podríamos decir que aquí comenzó la historia de la Patricia Lee Smith (Chicago, 30/12/46) que conocemos, la versión casi Raulito de Keith Richards, la que las enciclopedias llaman primero «Patti Smith» y enseguida,»La madrina del punk». Y esto por haber estado en el lugar correcto (la escena del pub CBGB de Nueva York), en el momento correcto (entre 1975 y 1977), ahí cuando eclosionó el Punk en el mundo. Y por haber grabado, en 1975, el monumental Horses, la Cueva de Altamira del género.
Hoy esta señora casi sexagenaria, con nueve álbumes en estudio encima, viene por primera vez a la Argentina, para participar del festival BUE el 3 de noviembre. Su biografía empieza con el contraste entre la devoción cristiana de su mamá y el ateísmo de su padre. «Mi padre no era ateo, era agnóstico. No era un hombre que proscribía la religión, era un hombre que buscaba la iluminación. Mi madre era más tradicional. De mi madre aprendí mucha disciplina. ¡Me sé parte de la Biblia de memoria! Pero de mi padre aprendí a no estar nunca satisfecha con un solo punto de vista religioso, a seguir buscando», explica, antes de recordar con voz quebrada a su madre que falleció en 2002, a quien le dedicó la canción Mother Rose, en su último álbum, Trampin’ (04). «Mi madre era una mujer muy, muy especial. Tuvo una infancia difícil, perdió a su madre cuando era muy chica. Perdió a su hermano. Tuvo que luchar criándonos después de la Segunda Guerra Mundial. Mi madre y mi padre tuvieron cuatro hijos muy rápido, con muy poco dinero. Mi madre tenía que trabajar y ocuparse de nosotros. Planchaba para afuera. Pero siempre fue muy positiva. Nos contaba historias. Si teníamos hambre, inventaba cuentos, si solamente teníamos pan para comer, nos hacía sentir que éramos tan afortunados por tener pan. Nunca decía ‘Oh, solamente tenemos este pan’. Decía: ‘¡Miren, tenemos pan! Es el pan de la vida, es algo bello’. Nos enseñó a ser poéticamente agradecidos, y también le gustaba leer y compartió conmigo su amor por los libros. Nunca me sentí no querida. Pero alguna vez tuve que alejarme de su entorno».
¿De eso habla en «Piss Factory» (74) cuando canta «Voy a volverme una gran estrella pop/ y nunca regresaré a esta fábrica»?
Un poco. Yo me crié en una zona muy árida de New Jersey, sin museos ni bibliotecas, y me gustaba el arte y la cultura. Tuve distintos trabajos, recogí arándanos en los campos y conseguí un trabajo malo en una fábrica. Yo pensaba: ‘Quiero una vida mejor’. Mi padre trabajaba en una fábrica. Mi madre era mesera, pero yo quería otra cosa: ser artista, quería salir al mundo, quería viajar, luchar contra la injusticia. Un día me tomé el autobús, fui a Nueva York, viví en las calles durante un tiempo hasta que conocí al fotógrafo Robert Mapplethorpe. Y nos fuimos a vivir juntos y pronto me puse en contacto con la escena poética y rockera de Nueva York. Pero la verdad es que no quería dinero ni fama: quería dejar mi impronta en el rock. Y me parece que cumplí mi misión.
¿Qué tuvo que sacrificar para entrar al mundo masculino del rock?
Nunca sentí que sacrificaba mi lado femenino, por ejemplo. Siempre fui una especie de varón contrariado. En general, me siento más cómoda con hombres, así que me sentí cómoda en el rock. Y la mayor parte de las personas que me sirvieron de modelo eran hombres como Bob Dylan, Jim Morrison, Jimi Hendrix. Tal vez no sea naturalmente femenina como muchas chicas, pero de todos modos me considero una hembra. El rock & roll es tan fuerte que da la idea de una fuerza masculina pero, para mí la estrella del rock siempre fue andrógina: Hendrix tenía un gran atractivo femenino, igual que Mick Jagger.
Antes del boom del rock de los 60, en su adolescencia quería vestirse como Baudelaire y se enamoró de la imagen de Rimbaud antes de leerlo. ¿Era una especie de groupie de poetas franceses muertos?
¡Y claro! Si vas a ser groupie, Lo bueno es serlo de poetas franceses muertos para no tener problemas como las otras, ¿no? Yo ya había quedado embarazada… (tuvo un hijo durante la secundaria, que dio en adopción). Me identificaba con ellos. Pero amaba mucho más que su imagen. Rimbaud es uno de los poetas más grandes, y sin duda la obra de Baudelaire es increíble. La imagen es interesante y seductora, pero es necesario tener contenido, y ellos lo tenían. Además de una imagen andrógina que se adelantaba a la que daría el rock: la ropa de Dylan y ese pelo de Keith Richards.
¿Haber sido considerada el prototipo de la «mujer punk» fue una carga para usted alguna vez?
No. Siempre soy yo misma. Los que definen son los otros. Me llegaron a llamar «la abuelita punk», pero no me importa. Mi relación con el punk no es a través de lo negativo, de la destrucción, como los Sex Pistols. Mi idea era una anarquía positiva. Nunca busqué estar en contra de los ideales hippies, eso es un cliché. Yo tocaba en el pub CBGB con la banda Television y, por supuesto, estábamos en contra de la guerra, como los hippies. Y como ellos, creíamos en la unión y la comunicación universal. Tal vez grupos posteriores, ingleses, se enfrentaron al hippismo. Lo que realmente es una carga sobre mis espaldas es la responsabilidad que tengo hacia mi trabajo, mi responsabilidad como ciudadana, o como madre.
¿Influyó sobre el gusto de sus hijos?
Para nada. Mi hijo varón (Jackson) toca la guitarra estilo Steve Ray Vaughan, y mi hija (Jesse) se inclinó por el piano y muchas veces toca conmigo.
Le dedicó su disco «Gone again» a su marido, Fred «Sonic» Smith (guitarrista de MC5), al poco tiempo de su muerte. ¿Fue él el responsable de su «retiro a la vida doméstica» en los 80?
No, tenía otras metas en esos años: estudiar religión, criar a mis hijos. El rock business me había hartado y Fred me enseñó tantas cosas que todavía estoy aprendiendo. Aún me comunico con él, aunque no esté conmigo. Mi madre, mi padre, mi hermano y amigos como Robert (Mapplethorpe) son muertos con los que vivo.
Le dedicó el álbum «Gung Ho» a Ho Chi Minh, y en «Trampin'» homenajeó a Gandhi, ¿cómo armoniza en su visión política al revolucionario y al pacifista?
Los dos eran igualmente revolucionarios. Jesucristo lo era. Todos querían que la gente se levantara y tomara conciencia de sí misma. Tienen opciones de justicia comunes. Lo que me interesa realmente en estos seres es cómo un simple individuo puede tener una idea que le sirva de inspiración al pueblo para que cambie su realidad. A eso me refiero cuando canto «Poder para la gente» o cuando milito por el partido verde. El individuo que incita a que la multitud haga el cambio.
¿Cómo se siente viviendo en los Estados Unidos de Bush?
Lo único que puedo decir es que no me siento enojada, sino dolorida todos los días al levantarme. Cada día tengo que respirar hondo, y rezar y hacer lo que puedo. Porque siento una responsabilidad por estas cosas. Pero soy optimista. Bush ha transformado el mundo en un lugar menos comunicado, un lugar más peligroso. Sentó muy malos precedentes, invadiendo y ocupando Irak. Y volvió a introducir el imperialismo en el mundo. Por mi parte, no puedo volver a traer a todos los civiles que murieron bajo la administración Bush. No podemos podemos hacer que el agua sea otra vez pura. Pero como pueblo, los norteamericanos somos resistentes y yo estoy dispuesta a militar por la paz.
En su libro «Babel» escribió «En otra década, el rock& roll será arte». ¿Cree usted que en ésta ya dejará de serlo?
No, para nada. Este momento es un momento de transición, donde la gente está explorando posibilidades tecnológicas más que artísticas, pero siempre fue así. Cuando se empezó a hacer cine, lo que hacían era explorar la técnica nomás, y después apareció un Robert Bresson que creó obras de arte. Pero siempre he tenido fe en el individuo. No importa qué quiera la masa o qué venda la industria con su sexualismo y consumismo. El rock volverá a ser poético y revolucionario.
¿Hoy se siente marginada en el rock?
Siempre he sido marginal, siempre me sentí afuera de todo. No me molesta. Como dijo Dylan: para vivir fuera de la ley basta con ser honesto. Y trato de ser honesta en mi trabajo y decir la verdad. Y eso se paga con la marginación.